Nómadas en medio de la ciudad.

Son nómadas en medio de la gran ciudad. Siguiendo las costumbres de los zíngaros, muchos gitanos rumanos viven en campamentos itinerantes dentro de Madrid, pese a que el grueso de su comunidad habita en el poblado chabolista de El Gallinero o en las barracas que el Ayuntamiento habilitó en el barrio de Las Tablas.

En la zona de Sinesio Delgado hay un asentamiento que se mueve a diario entre el parque de Rodríguez Sahagún y las urbanizaciones que hay al otro lado de esta gran calle. Hace pocos días, precisamente, la Policía Municipal los echó de allí, aunque los propios agentes dijeron que al día siguiente seguro que volverían.

Los conflictos con los vecinos de Sinesio Delgado son numerosos. Han avisado a la Policía en muchas ocasiones para protestar porque estos nómadas hacen sus necesidades en los parques, encienden fuego para cocinar, o quitan las bombillas de las farolas para poder dormir sin luz. Durante el día, este grupo compuesto por unas 30 personas sin recursos se dedica a la mendicidad, pero de manera organizada.

La mayor parte de ellos se sitúa cada mañana en la zona de Cuzco y los aledaños de Capitán Haya y Castellana. Tienen varias tareas asignadas y diversificadas. Las mujeres de más edad, por ejemplo, se dedican a pedir con un vaso en la mano. Hay varios hombres que llevan muletas y también piden limosna con un vaso. De cuatro que había el otro día en el asentamiento, al menos tres de ellos no son cojos, y pueden caminar sin muleta perfectamente, aunque en los semáforos donde piden simulan una grave cojera.

Las parejas más jóvenes y algunos hombres se dedican a limpiar los cristales de los coches, cuando los conductores se dejan. Finalmente, hay otros jóvenes que piden limosna en las puertas de los restaurantes que hay entre Sor Ángela de la Cruz y Capitán Haya, y hombres de entre 25 y 40 años que pasean por las calles con un carrito de la compra recogiendo objetos y chatarra.

Hacia el final de la mañana es habitual que se pasen uno o dos compañeros a ver a todos los que están pidiendo. En ocasiones además recaudan y se guardan el dinero que los otros han ganado.

La mañana termina para ellos a la hora de comer, aunque sin un horario fijo, y todos se reúnen, llegando por separado, en el parque de Rodríguez Sahagún, y se colocan en las zonas más recónditas, lejos de las miradas de los demás.

Las mujeres se ocupan de comprar comida en los supermercados cercanos. También recogen agua de las fuentes en garrafas grandes, mientras los hombres descansan en la hierba. Comen todos juntos y se echan la siesta, y el día va pasando para ellos. En los setos del parque, pero sobre todo en los de los jardines de las urbanizaciones que hay enfrente, al otro lado de Sinesio Delgado, tienen escondidos sus enseres.

Cuando llegó la Policía Municipal hace unos días encontró maletas, cajas con comida, utensilios de cocina, varios colchones y almohadas, bolsas, botellas y hasta un extintor. Desde fuera no se aprecia que haya nada escondido porque los setos tienen las ramas muy tupidas, pero al asomarse un poco se observa toda una vida oculta entre las hojas.

Los vecinos de la zona dijeron que hay una instalaciones municipales en las que muchas noches duermen. «Llevan más de un año por aquí, y a veces han sido muchos más que ahora», decía una señora. «El problema es que lo dejan todo muy sucio, hacen sus necesidades en medio del parque, sin importarles que haya niños, se lavan desnudos en las fuentes...».

Varios vecinos avisan a la Policía a menudo, pero las soluciones son pocas. «Esto sólo se puede arreglar cambiando la legislación, señora», decía un agente el otro día. También han sugerido que pongan una queja en la Junta de Distrito.

Pero aquí hay otro problema añadido: Sinesio Delgado es la calle frontera entre los distritos de Tetuán y Fuencarral, por lo que el asunto depende de dos juntas municipales diferentes, ya que los nómadas cruzan de un lado a otro de la calle constantemente.

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