La cabra de Millán Astray
Parece que, últimamente, la cosa va de patriotismo. Tal que ayer fué lo de la bandera, que nuestros ilustres juranderos y folklóricos estuvieron a tope. Ayer ha sido el desfile militar ante Bush, en Washington, con ese general gordo, de nombre intransitable de consonantes, al frente. Por un retraso técnico, hombre, España sólo pudo estar representada por el sargento Muñoz, que tampoco le dió, sobriamente, demasiado color a la cosa, aparte de portar una bandera, que no sé si sería la misma que besó Bertín en Miami. La «Descubierta» llegó tarde al puerto de Nueva York.
Sólo el suboficial Muñoz ha estado presente en la «Parada de la Victoria» de Washington, coño. Diríamos que lo que se propone Bush es borrar la mala conciencia autocrítica del país (Corea, Vietnam) con una miserable y fácil victoria militar que él ha engrandecido, por no pasar a la letra pequeña de los manuales de Historia. Sólo que Bush va a contrapelo de Hollywood, y Hollywood, no lo olvidemos, es la conciencia USA. Tal que anoche nos pasaron por la tele una peli de la contestataria Jane Fonda, donde se hace una autocrítica completa y tranquila de Vietnam. Eso es lo que siente el pueblo americano, por más que el pasantillo Bush quiera galvanizarlo con desfiles y pandectas.
El discurso del patriotismo imperialista es un discurso agotado. Sólo Julio Anguita se opuso a la amena participación de España en el desfile de las glorias americanas. Pero ahora viene el desfile en Nueva York, ese famoso desfile por la Quinta Avenida donde le echan serpentinas y confetis al presidente momentos antes de cepillárselo patrióticamente con un telerrifle. Y ahí sí que vamos a estar los españoles, dignamente representados por una Armada o lo que sea.
Claro que, si lo que fuimos en el Pérsico fué una especie de Cruz Roja, debiéramos desfilar con camiIlas y balas de oxígeno, más el desnudo/Asensio de Marta Sánchez, para que vean los neoyorquinos lo que es una Marilyn provinciana y bajita de una remota provincia del Imperio. Más aún, como ellos tienen a Jessica Lang , a Merryl Strep, a Jodie Forster y a todas las históricas de la memoria colectiva, de la divina Greta a la divina Rita, yo propongo sustituir a Martita por la cabra de la Legión, que en lugar de dos tetas tiene cuatro. Es mucho más guapa una cabra que cualquier mujer (uno sólo ha amado mujeres con perfil de cabra), y, por otra parte, la cabra emblemática de la Legión, de Millán Astray y de Franco, es lo que mejor puede representar el discurso en imágenes del belicismo español.
Recuerda uno los desfiles de la Victoria, cuando Franco, en la Castellana, y lo que más aplaudía el personal no era el material alemán ni la apostura de los cadetes, sino la cabra, la cabra mora, emblemática y mitológica de la Legión. Es una sugerencia que uno hace desde aquí, modestamente: si queremos quedar bien en el desfile de Nueva York, ya que nuestra aportación fué poca, pobre y limitada, nada como llevar la cabra y unos cuantos legionarios de los cantados por doña Concha Piquer, implícitamente, en «Tatuaje».
Vamos a hacer el ridículo en la Quinta Avenida como madrinas de guerra o enfermeras de sangre de una guerra en la que no supimos/pudimos/quisimos entrar, gracias a Dios, y esto tenía que evitarlo el ministro de la cosa, que como es nuevo a lo mejor no se aclara, y no por falta de inteligencia y buena voluntad. Por eso yo le sugiero, desde aquí, que mande, en plan refuerzo y en plan corroborar, la capra hispánica de la Legión, con los cuatro legionarios que la cuidan y la folian (es la misma desde los tiempos gloriosos de mi inolvidable Millán Astray). Mejor que al general gordo, los neoyorquinos aplaudirán a la altiva y femenina cabra.
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