La echaron de miss España por su nariz
El teléfono de José Luis Fernández, el padre de la flamante Miss Universo, Stefanía, no para de sonar. La mayoría son amigos y familiares, pero también recibe llamadas de programas de televisión. Él rechaza todas las invitaciones. «Yo no soy muy farandulero, eso se lo dejo a mi mujer y a mi hija», comenta con una amplia sonrisa a LOC, en el aserradero familiar que dirige desde hace 34 años.
De pelo encanecido y rostro curtido por el inclemente sol del llano, este gallego de 54 años sólo pide un favor antes de comenzar la entrevista. «Tengo problemas con la nacionalidad española. Ni yo, ni mi mujer, ni Stefanía, ni mis otros dos hijos tienen el pasaporte español. Espero que este reportaje me ayude. ¡Yo soy español de nacimiento!».
El padre de la mujer más guapa del mundo abandonó su Vigo natal con 11 años. Sus padres, Celia y Emilio, fueron contratados para trabajar en las infraestructuras planificadas por el dictador Marcos Pérez Jiménez. Eran tiempos de miseria en España y de bonanza en Venezuela. «Yo no pude estudiar. Soy el segundo de cuatro hermanos y tenía que ayudar a mis padres para sacar adelante a toda la familia», dice este inmigrante, orgulloso de las primeras palabras de su hija como vencedora: «El próximo título que le llevaré a mi padre es el universitario», dijo desde Las Bahamas, donde se celebró el certamen la semana pasada.
José Luis se siente más venezolano que español. «Estoy muy arraigado. Aquí están todos mis amigos y mi familia, salvo sus padres, que volvieron a Galicia. El domingo se enteraban de la noticia en su casa de Saiáns (Vigo) a través de una llamada de uno de sus hijos. Los orgullosos abuelos aseguran que un canal de televisión y el Ayuntamiento se han interesado en costear un viaje de la miss a Galicia, donde la joven sólo ha estado una vez, hace 4 años.
Otros familiares de Stefanía se acercan a escuchar la entrevista. Su tía Guadalupe, alcaldesa de un municipio por el partido socialista de Hugo Chávez (PSUV), cuenta algunas anécdotas del concurso. Como los cientos de litros de agua mineral que encargaron los organizadores de Miss Venezuela para lavar su pelo. «El agua de las Bahamas le restaba brillo a su cabellera y para la final decidieron enjuagar su cabeza con agua embotellada», explica la hermana mayor de José Luis, una estrecha colaboradora de Adán Chávez, el poderoso hermano de Hugo que gobierna este estado del interior del país.
La familia habla a regañadientes de las cirugías estéticas a las que se someten las bellezas venezolanas. Como todas las misses, Stefanía, de 18 años, también tiene algún arreglo. «Sólo retocaron su nariz porque Osmel Sousa -responsable de su preparación- decía que era 'muy españoleta'; algo aguileña y con la punta hacia abajo», confiesa Guadalupe. La familia prefiere no contestar a si lleva o no implantes de silicona en el pecho.
Stefanía subió por primera vez a las pasarelas por casualidad. «Hace dos años se celebró el concurso de Miss Mérida y su madre insistió en que se presentara», confiesa el padre. «¡No, mamá! Que no quiero», decía la nueva Miss Universo. «Mátame ese sueño que yo tengo, siempre quise ser modelo», le convenció su madre Nadia Krupij, de madre ucraniana y padre polaco, que durante la II Guerra Mundial estuvieron confinados en un campo de concentración en Polonia. La suerte quiso jugarle una mala pasada a Stefanía en su debut como modelo: quedó la última en la Feria del Sol, el concurso de belleza de la zona andina de Venezuela. «Fue la única de las 12 chicas finalistas que no recibió una banda, pero ella es muy disciplinada y no tiró la toalla», recuerda su padre.
Los momentos más difíciles de esta familia de inmigrantes los vivieron hace tres años, cuando a José Luis le encañonaron y le secuestraron durante cinco días. «Me esposaron a un palo y me metieron en un diminuto refugio cerca de la frontera con Colombia. Me iban a vender a la guerrilla, pero tuve la habilidad de convencer a los secuestradores para que me dejaran libre. Y aparecí cuando ella estaba cumpliendo sus 15 años, creo que eso la marcó, porque los dos estamos muy unidos», relata.
Con su hija coronada como Miss Universo, considera que ha llegado el momento de vender su empresa y retirarse en su casa de Mérida. «Esto del concurso ha traído mucha publicidad a mi familia; tengo miedo de sufrir otro rapto», dice este orgulloso padre, que confiesa que las demás aspirantes apodaron a su hija con el nombre de la «Miss de las cinco maletas» por la cantidad de ropa y cosméticos que llevó a las Bahamas.
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