Un paraíso en este mundo
Desconocida, cercana y sorprendente. En el noreste de Tailandia, lindando al norte con el Mekong a su paso por Laos y al sureste con Camboya, se encuentra una de las regiones más interesantes y desconocidas incluso para los propios tailandeses: Isán. De aquí provienen muchos de los platos más conocidos y picantes de la gastronomía tailandesa -como el arroz dulce en salsa de coco o la ensalada de papaya-, así como la mayoría de los taxistas y las chicas que trabajan en los bares de Bangkok.
Isán es una región históricamente relegada a un segundo plano por su condición campesina, pero que cuenta con algunos de los paisajes más hermosos de Tailandia, con excavaciones y legados prehistóricos e importantes ruinas jemeres. Su marcada diferencia cultural con el resto del país, con influencias laosianas, vietnamitas y jemeres, y su práctica invisibilidad para la industria turística tradicional la hacen merecedora de un puesto principal en las opciones de cualquier viajero que huya de las masas y del excesivo desarrollo turístico de algunas regiones tailandesas. El viaje comienza en la estación de Hualamphong de Bangkok, de estilo neo-renacentista importado por el rey Rama V a principios del siglo XX. El tren nocturno tarda unas 10 horas en recorrer los 615 kilómetros hasta la estación de Nong Khiam, a tan sólo 25 de la frontera de Laos. El romanticismo del viaje en tren no consigue evaporarse con las austeras cabinas de primera clase que ofrecen asientos convertibles en literas por poco más de 30 euros, pero se disipa totalmente al comprobar que el aire acondicionado transforma el compartimento en un refrigerador que hace imposible pegar ojo en toda la noche.
El tren hace su entrada en Nong Khiam poco después del amanecer. Tras un viaje en coche de un par de horas atravesando grandes extensiones de campos de arroz, en los que pastan vacas de orejas curiosamente largas, se alcanza Khon Khaen, capital de la provincia del mismo nombre y centro económico y político de Isán. Khon Khaen es una ciudad de unos 150.000 habitantes, y sin embargo conserva el ambiente de un pequeño pueblo, con sus casas de madera sobre pilares para hacer frente a las abundantes lluvias entre mayo y octubre. Al contrario que en las regiones más turísticas de Tailandia, no se ven tiendas de camisetas, ni de recuerdos, ni turistas, sino niños jugando por las calles y familias disfrutando de los últimos rayos del sol del día. Lujosos BMW contrastan en sus carreteras con el característico búfalo de agua, regresando sin prisa de un duro día en el campo.
Un buen lugar para tomar el pulso a esta ciudad es el parque junto al lago Bung Kaen Nakhon. Son las 5 de la tarde y el lugar rebosa actividad. Familias sentadas en la hierba disfrutando de la vista del lago, niños pintando figuras de escayola, jóvenes y mayores practicando el aerobic en masa y hombres jugando a lo que parece petanca. Jóvenes monjes con sus túnicas color azafrán se apresuran camino del templo y los puestos de comida ofrecen su delicias locales, como salchichas, pollo a la plancha con arroz pegajoso o la famosa y picante som tam -ensalada de papaya-. Paseando por el parque se tiene la sensación de poder contemplar un retazo de la auténtica Tailandia, ésa que a veces cuesta trabajo reconocer entre los rascacielos de Bangkok.
Isán es famosa también por su producción de algodón y de seda, en concreto, de una variedad muy particular llamada Mudmee, y cuya técnica consiste en trazar dibujos a partir de nudos que se hacen con pequeñas piezas de plástico en los hilos de seda. Una vez que se tiene el dibujo, se introduce la seda en sucesivos baños de color, y al quitar los nudos aparece el dibujo en la parte que no ha sido coloreada. Es entonces cuando comienza el tejido de la seda, siguiendo los patrones marcados. El proceso es enteramente manual, y se viene practicando en esta parte de Tailandia desde hace varias generaciones. El resultado es una seda con intricados diseños, vivísimos colores y un tacto muy suave. La seda Mudmee es muy apreciada entre coleccionistas por la sofisticación de su diseño y por ser una verdadera obra de arte, que tarda meses en ser completada. Chonabot, a 60 kilómetros de Khon Khaen, es uno de los centros más famosos en la producción de este tipo de seda. Paseando por las calles de este tranquilo pueblo, cada casa parece tener un instrumento de tejer. Las mujeres se han beneficiado de un programa del gobierno para mantener viva esta tradición, y trabajan en equipo completando cada una una parte diferente del proceso, desde el cultivo de la morera que alimentará a los gusanos, su crianza y el posterior proceso de tejido de la seda. Diez maestros elegidos por su destreza y el nivel de sus diseños se encargan de preservar la técnica y de que ésta sea pasada a las generaciones venideras. Aquí también el extranjero es recibido con excitación por parte de los poco acostumbrados locales.
Por la tarde, nada mejor que visitar la presa Ubolratana y su inmenso lago, rodeado de pueblos, bosques, playas y rutas de senderismo por donde una vez los dinosaurios camparon a sus anchas. Un buen lugar desde el que contemplar la puesta de sol es en alguno de los restaurantes de pescado a orillas del lago. La sencillas construcciones de bambú y madera se sostienen sobre el agua en forma de pequeñas plataformas cubiertas, con esterillas en el suelo y mesas bajas para comer. Las familias se concentran allí al caer el día, y entre plato y plato algunos se lanzan directamente a las aguas del lago para refrescarse.
De nuevo en coche, esta vez en dirección sureste a la provincia de Ubon Rachatani, famosa por sus pinturas prehistóricas, sus esculturas naturales de piedra arenosa y por su ferviente tradición budista. Sin embargo, es el Mekong, majestuoso, el que impone su personalidad a la zona marcando la frontera entre Tailandia y Laos. Durante el paseo en barca al atardecer, el paisaje rocoso y los frondosos árboles transportan al viajero a otro lugar, y si no fuera por los templos que de vez en cuando se perfilan en la lejanía, sería difícil creer que estamos en la tropical Tailandia.
En la localidad de Khon Chiam se encuentra la confluencia de los ríos Mekong y Mun, donde el Mekong se despide de Tailandia y se adentra en Laos. Aquí sucede un fenómeno muy curioso: debido a los distintos sedimentos de ambos ríos, puede observarse con claridad en su punto de encuentro una diferencia cromática, marrón del Mekong y azul del Mun, dando lugar al llamado Río Bicolor. Cerca está el Parque Nacional de Kaeng Tana, con impresionantes formaciones rocosas y un banco de arena que hace las veces de playa bañada por el río Mun.
En otro parque nacional, Pha Taem, se encuentran grabados prehistóricos que dan pistas sobre el tipo de vida que las comunidades asentadas en esta zona llevaban hace 4.000 años. A juzgar por las pinturas, los elefantes y los grandes peces gato ya jugaban un papel importante entre sus habitantes. Las rutas de senderismo ofrecen vistas impresionantes del paisaje de llanuras y cumbres con el Mekong de fondo, e interesantes formaciones rocosas en forma de grandes setas.
Desde la terraza del hotel Sedhapura se puede contemplar el mágico atardecer sobre el Mekong, y no puedo ver pero sí oír la fiesta que al otro lado del río están montando los vecinos laosianos, tocando la música folk tan característica de esta región y que tantas veces he escuchado en los taxis de Bangkok. Ahora puedo entender la expresión soñadora de los pobres taxistas, que anhelan volver a este paraíso que han vendido por un futuro mejor.
Cómo llegar: Thai Airways vuela desde Madrid a Bangkok tres veces por semana. Una vez en Bangkok, se puede volar a los aeropuertos de Ubon Ratchathani , Khon Khaen o Udon Thani con Thai Airways o con otras compañías más económicas, como Air Asia o Nok Air. También se puede viajar en tren desde Bangkok.
Dónde dormir: La red Isan Boutique Collection es pionera en promover un turismo de calidad en la zona, e invita a recorrer la región a través de sus cuatro propiedades de lujo. Muy recomendables Suppaniga Home y Sedhapura.
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