Kilos y quilates
Los enfrentamientos entre el Maccabi y el Real Madrid han desprendido históricamente la mejor esencia del baloncesto europeo. Pocos partidos aglutinan tanta solera en el viejo continente. Sus atestadas salas de trofeos dan fe de ello. Entre ambos suman 13 Copas de Europa -ocho los blancos y cinco los israelíes- y han ganado 162 títulos: 92 los hebreos y 70 los madridistas.
Casi tan impactantes como los números son los nombres que hicieron posible tan descomunal botín. Los Williams, Corbalán, Berkowitz, Rullán, Perry, Romay, Aroesti o Brabender protagonizaron algunas de las batallas más memorables que se recuerdan en Europa, aunque fueron perdiendo fuelle los últimos años, coincidiendo con la decadencia del basket blanco.
La última reminiscencia de aquellos tiempos gloriosos se vivió en las semifinales de la pasada Final Four, donde el Maccabi pasó por encima del Madrid (82-63), demostrando estar aún varios cuerpos por delante del conjunto blanco, tan ambicioso como bisoño, que dio por buena su presencia en la fase final después de 15 años, una eternidad para un equipo con su historial.
Esta noche, el nuevo proyecto blanco tiene ante sí una gran oportunidad de refrendar su progresión en una de las canchas más complicadas del concierto europeo. Su rearmada plantilla, plagada de juventud y calidad ofensiva, y reforzada con Rudy e Ibaka gracias al lockout de la NBA, parece preparada para demostrar su poderío fuera de nuestras fronteras. Un golpe de autoridad en Tel Aviv sería una prueba irrefutable.
La Mano de Elías, rebautizado hace unos años como Nokia Arena, suele ser inaccesible para sus rivales. El Madrid conoce de primera mano la dificultad que entraña ganar en esa mítica cancha. No gana allí desde hace 15 años, cuando obraron la machada Santos, Arlauckas, Antúnez, Savic, Loncar, Mike Smith... y Pablo Laso. El actual entrenador del Madrid, paradójicamente, es el único miembro de la actual plantilla blanca que ha ganado en Tel Aviv. Conoce el camino.
El Maccabi, que acostumbra a pasearse en su Liga doméstica, ha tirado de chequera un año más para volver a reinar en Europa, conformando una plantilla que aúna fuerza, talento y experiencia. Lo mejor para el Madrid es que aún están en plena fase de rodaje. A David Blatt le está costando ensamblar su lujoso puzle en este inicio de temporada.
Papaloukas, ex Olympiacos y CSKA, es el experto timonel del conjunto israelí, cuya columna vertebral forman Eliyahu, redimido ya de su aciago pasado en Vitoria, Farmar, compañero de Pau Gasol en los Lakers, el recién llegado Langford, ex Khimki, y el descomunal Schortsanitis.
Schortsanitis, apodado Baby Shaq por su parecido físico con Shaquille O'Neal, encarna la imagen del nuevo Maccabi. El pívot griego apenas mide 2,06 m, pero sus 142 kilos de peso le convierten en un bulldozer difícil de contener en la zona. Cuentan que últimamente se está cuidando más y que está en su peso.
Poco tiene que ver con el Schortsanitis que llegó a pesar 179 kilos en 2007. Pini Gherson, su entrenador entonces en el Olympiacos, le apartó del equipo y le recomendó ir una clínica de adelgazamiento. A Baby Shaq le costó, pero entró en razón: "El baloncesto es un juego muy físico, pero lo más importante es la mente", dijo una vez recuperado.
Serge Ibaka, por sus características físicas, parece el jugador llamado a pelear en la pintura con la mole del Maccabi, que ya hizo estragos en la última semifinal de la Final Four ante el Madrid.
Casi tan impactantes como los números son los nombres que hicieron posible tan descomunal botín. Los Williams, Corbalán, Berkowitz, Rullán, Perry, Romay, Aroesti o Brabender protagonizaron algunas de las batallas más memorables que se recuerdan en Europa, aunque fueron perdiendo fuelle los últimos años, coincidiendo con la decadencia del basket blanco.
La última reminiscencia de aquellos tiempos gloriosos se vivió en las semifinales de la pasada Final Four, donde el Maccabi pasó por encima del Madrid (82-63), demostrando estar aún varios cuerpos por delante del conjunto blanco, tan ambicioso como bisoño, que dio por buena su presencia en la fase final después de 15 años, una eternidad para un equipo con su historial.
Esta noche, el nuevo proyecto blanco tiene ante sí una gran oportunidad de refrendar su progresión en una de las canchas más complicadas del concierto europeo. Su rearmada plantilla, plagada de juventud y calidad ofensiva, y reforzada con Rudy e Ibaka gracias al lockout de la NBA, parece preparada para demostrar su poderío fuera de nuestras fronteras. Un golpe de autoridad en Tel Aviv sería una prueba irrefutable.
La Mano de Elías, rebautizado hace unos años como Nokia Arena, suele ser inaccesible para sus rivales. El Madrid conoce de primera mano la dificultad que entraña ganar en esa mítica cancha. No gana allí desde hace 15 años, cuando obraron la machada Santos, Arlauckas, Antúnez, Savic, Loncar, Mike Smith... y Pablo Laso. El actual entrenador del Madrid, paradójicamente, es el único miembro de la actual plantilla blanca que ha ganado en Tel Aviv. Conoce el camino.
El Maccabi, que acostumbra a pasearse en su Liga doméstica, ha tirado de chequera un año más para volver a reinar en Europa, conformando una plantilla que aúna fuerza, talento y experiencia. Lo mejor para el Madrid es que aún están en plena fase de rodaje. A David Blatt le está costando ensamblar su lujoso puzle en este inicio de temporada.
Papaloukas, ex Olympiacos y CSKA, es el experto timonel del conjunto israelí, cuya columna vertebral forman Eliyahu, redimido ya de su aciago pasado en Vitoria, Farmar, compañero de Pau Gasol en los Lakers, el recién llegado Langford, ex Khimki, y el descomunal Schortsanitis.
Schortsanitis, apodado Baby Shaq por su parecido físico con Shaquille O'Neal, encarna la imagen del nuevo Maccabi. El pívot griego apenas mide 2,06 m, pero sus 142 kilos de peso le convierten en un bulldozer difícil de contener en la zona. Cuentan que últimamente se está cuidando más y que está en su peso.
Poco tiene que ver con el Schortsanitis que llegó a pesar 179 kilos en 2007. Pini Gherson, su entrenador entonces en el Olympiacos, le apartó del equipo y le recomendó ir una clínica de adelgazamiento. A Baby Shaq le costó, pero entró en razón: "El baloncesto es un juego muy físico, pero lo más importante es la mente", dijo una vez recuperado.
Serge Ibaka, por sus características físicas, parece el jugador llamado a pelear en la pintura con la mole del Maccabi, que ya hizo estragos en la última semifinal de la Final Four ante el Madrid.
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