Con estilo y humor
Cabellos tabaco, cejas en arco, una mirada azul distante y sugerente, el apunte de una sonrisa en los labios apretados, rostro anguloso, Capucini, alta, delgada y elegante, dejó una estela de fascinación en las pantallas de los años 60. Habiendo intervenido a los 14 años en un film aislado (de Jacques Becker), su carrera de once títulos principales, entre 1960-69, tuvo una pálida continuación de otros nueve en 1971-84. Germaine Lefevre, alias Capucini, nació en 1935 en pleno centro de la costa provenzal, en Toulon. Se hizo famosa como modelo de alta costura.
Un productor americano la hizo debutar, aunque ella aún no supiera inglés, como princesa rusa en una larga película biográfica sobre Liszt (Dirk Bogarde). Enseguida, el Alaska, tierra de oro, franqueada por John Wayne y Stwart Granger, siguió las huellas dejadas por Marlene Dietrich en el frío barro del río Yukon, como el inmigrante de lujo.
Aunque lo mejor de ella es el sentido del humor, el momento más alto de Capucini como star fue La gata negra, sobre novela de Nelson Algren, donde icorpora a una prostituta de primera clase, antiguo amor del protagonista (Laurence Harvey), en un burdel dirigido por una lesbiana (Barbara Stanwyck).
Aunque lo mejor de ella es el sentido del humor, el momento más alto de Capucini como star fue La gata negra, sobre novela de Nelson Algren, donde icorpora a una prostituta de primera clase, antiguo amor del protagonista (Laurence Harvey), en un burdel dirigido por una lesbiana (Barbara Stanwyck).
En El león, una adaptación del relato de Kessel filmada en Kenia, conoció al que sería su gran amor en la vida real, William Holden. Con él rodaría también, en el sur del Extremo Oriente, El séptimo amanecer. Todo el mundo recuerda a esta actriz como la esposa infiel del inspector Moreau (P. Sellers) en La pantera rosa. Allí debía repartir tiempo y espacio entre el violín de su marido y sus dos amantes escondidos simultáneamente. Repetiría con Sellers (What's New Pussycat?), como paciente ninfómana de psiquiatra absurdo.
En Las cuatro brujas formaba con Claudia Cardinale, Raquel Welch y Mónica Vitti un cuarteto (para sketchs) indicativo del glamour en 1966. Hizo la cuarta versión de las andanzas de la famosa espía de la I Guerra Mundial Elisabeth Schragmüller Fräulein Doktor, y de ornamento para el Satyricon de Fellini, además de una de las esposas de Rex Harrison en Mujeres en Venecia. Luego de Sol rojo, rodada en España junto a Delon, Bronson, Ursula Andress y Mifune, animó películas de tercera que no la merecían, con la excepción (bajo ropaje exótico) del film para niños Aventura en Arabia.
Se dice que el atractivo de las mujeres aparentemente frías, las bellas de pasión reservada (y el de las verdaderamente glaciales incluso) es superior al de las más abiertamente fogosas (y fáciles). Posible. Pero fue la combinación de reserva, estilo y humor lo que hizo de Capucine una de las actrices más fascinantes de Alltime. Siendo mediterránea, pero formada en las pasarelas, Capucine tenía el empaque de una reina de la moda parisina. Y agudeza. Parodió a veces su propia imagen. Aunque en otras (Alaska, tierra de oro), hiciera falta, para arrancar sus risas, hacerle cosquillas en las planmtas de los pies.
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