Dar la entrada para un piso
Dos millones puede ser mucho o poco dinero, dos años de duro trabajo para algunos, una sola noche de farra para otros. Dos millones es lo que cuesta la entrada de uno de los «pisos olímpicos» para yuppies que se han puesto ya a la venta en Barcelona, y dos millones es el monto de la limosna que el Ministerio de Cultura dio hace un par de meses al escritor Alfonso Grosso, que acaba de ingresar, roto, en un psiquiátrico.
El Periódico dedica su página tres de ayer a la puesta en venta de los primeros seiscientos «pisos olímpicos», y pormenoriza la crónica de la exposición organizada en el recinto del Poble Espanyol de Montjuic, cuyo fin no es otro que venderlos cuanto antes: «Los textos de la exposición sobre los pisos de la Villa Olímpica están claramente dirigidos a captar el interés de los potenciales compradores 'yuppies'; personas con un alto poder adquisitivo y con algunas inquietudes intelectuales». No se trata, pues, de viviendas sociales exactamente: «El plafón de la exposición dedicado a los consumidores "desenfrenados" no tiene desperdicio: "Si el dinero os quema en los bolsillos, si la tarjeta de crédito es vuestro equipaje, si sois de los que siempre saben encontrar aquello que nadie encuentra, Nova Icária os lo hace más fácil"». Se trata de un auténtico chollo también para los insomnes: «El dedicado a los noctámbulos tampoco se queda corto: "Si pensáis que la noche se ha hecho para vivirla, para reunirse con los amigos, para cenar fuera de casa, para bailar sin control, pare disfrutar de la vida..."
Acto seguido se adjunta un plano con la situación de los principales templos de la nocturnidad barcelonesa». Después de explicar en otro panel que «la accesibilidad está garantizada tanto entransporte público como en vehículo privado», pues no es cosa de comprarse el piso y no poder llegar a él, la exposición detalla qué tribus han nacido para disfrutar esas viviendas tan prometedoras: «La exposición se dirige también a intelectuales y profesionales en el epígrafe "espectadores entusiastas y estudiosos aplicados", y a las personas que gustan de practicar deportes, es decir, a los "deportistas incansables"».
Qué diferente es el uso que Alfonso Grosso le ha podido dar a dos millones: «El escritor sevillano Alfonso Grosso, internado en un hospital psiquiátrico de Málaga», reza el titular de Joaquín Arnaiz en Diario 16. Esta es la historia: «Alfonso Grosso permanece internado desde el pasado martes en el psiquiátrico privado de San José, de los Hermanos de San Juan de Dios de Málaga. El autor, según declaraciones de su mujer, ha ingresado "consciente de que está allí".
Alfonso Grosso, que ya anteriormente había permanecido una semana en un psiquiátrico de Salamanca y seis Sevilla, había recibido, el pasado febrero, una ayuda de dos millones del Ministerio de Cultura, a causa de su situación de insolvencia». «Según su familia, el escritor, aquejado de diabetes y deprimido, "no hace nada, nada más que dar vueltas.
Alfonso Grosso, que ya anteriormente había permanecido una semana en un psiquiátrico de Salamanca y seis Sevilla, había recibido, el pasado febrero, una ayuda de dos millones del Ministerio de Cultura, a causa de su situación de insolvencia». «Según su familia, el escritor, aquejado de diabetes y deprimido, "no hace nada, nada más que dar vueltas.
Sufre fuertes pérdidas de memoria "». A pesar de todo, ahora «se halla tranquilo, aunque tiene algunos hematomas en las costillas». El cronista, después de glosar la figura literaria del escritor caído, concluye: «Vitalista de acrácter, depresivo y entregado al alcohol, la marginación y el destino último de Alfonso Grosso es un buen ejemplo de esa actual negación del malditismo, "que ya no encuentra lugar en nuestra época" en frase de Cristina Peri Rossi».
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