El bocadillo de paella
Steven Spielberg reinventa el bocadillo. Inmediatamente pensé: ¡Toca madera!, porque cuando estos americanos se meten con las cosas de comer es para sacar inmediatamente la pistola, sea colt o magnum, cual Millán Astray redivivo. Atentamente leí la noticia y la intuición se confirmó, ¡el genio del cine ha especulado con vendernos bocadillos de paella!.
Un señor que declara comer para vivir y vivir para hacer películas, please, que se dedique a hacer películas, a darnos de comer que ni se le ocurra. Por cuatro días que ha estado en España ya quiere paellizar el pan y pensar que todavía no ha descubierto ni la xamfaina, ni los callos a la madrileña, ni el pisto, ni las gachas, y, si me aprietan, ni el gazpacho entre muchas otras joyas de la mesa peninsular, da pánico ante la que nos puede montar el genio del cine.
En Madrid, villa y corte, para mi gusto ya se pasan un montón con el popular bocata de calamares a la romana, pero bueno pase, porque es tradicional y cosa suya en realidad, pero que ante el maremagnum quieran montar un submarino ful dedicado a vender la reinvención del bocadillo me parece un auténtico atentado al buen gusto y a la correcta nutrición.
En principio fue el llonguet, después vino la barrita -redescubierta ahora por el niño de oro- y después vino el pan inglés -invento del señor Sandwich-. Espero que el cineasta doblado de empresario bocadillero no descubra el llonguet porque sería capaz de llenarlo con patatas de Olot, fesols de Santa Pau, o vaya usted a saber qué cosa y encima habrá público que gustosamente pagará sus buenos dineros para comer cosas como la receta predilecta del niño, el «Spielberg bocata» que se llama algo tan cursi como «Sicilian sub rosa». Tomen nota porque ni Karlos Arguiñano declamando toda la eternidad «qué rico, qué rico» lo haría comestible a un estómago medianamente civilizado:
Tómese la barrita, ábrase, y sin compasión colóquese en medio de las dos mitades una ración de mortadela, otra de salami, una de jamón, más otra de queso, una de lechuga, otra de tomate y para terminar una de cebolla.
A esto le llamarán sandwich submarino por la genial razón que «es más largo que alto». ¡Toma ya!
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