El estrangulador de Boston una película brillante
Richard Fleischer fue un brillante director de cine de acción, de aventuras exóticas como 20.000 leguas de viaje submarino o Los vikingos; sin embargo, es muy probable que pase a la historia del cine como el cronista de casos criminales auténticos, registrados con tanta crudeza como falta de curiosidad morbosa y efectista: Impulso criminal, El estrangulador de Boston y El estrangulador de Rillington Place.
En El estrangulador de Boston sigue en paralelo los pasos de un asesino de mujeres, un psicópata homicida, y del fiscal que trata de detenerle. Especialmente los del segundo, un hombre racionalista y funcionario dedicado para quien la conducta y la personalidad del primero resultan un misterio abominable e incomprensible.
El estrangulador de Boston es una película brillante y cruel que, siguiendo la investigación del fiscal, nos introduce en los ambientes más sórdidos de una gran ciudad y nos presenta a un hombre decidido a resolver un caso inconcebible dejando al margen su racionalidad (el fiscal está dispuesto a recurrir a la parapsicología y, si es necesario, hasta a la magia si en las entrañas de un animal pudiera «leer» alguna pista, con tal de frenar al asesino).
Fleischer se fija en ese personaje y en la mecánica de la investigación en un relato preciso y contenidamente espectacular que utiliza sabiamente la pantalla panorámica para fotografiar una acción que se desarrolla básicamente en interiores y en la que predomina el diálogo. El caso parece real y tiene el suspense de una ficción y Fleischer cuenta con dos aliados de mucha importancia: si Henry Fonda está perfecto en el papel del fiscal, Tony Curtis hace una perfecta composición del asesino sistemático.
Tercera de las cuatro comedias de Neil Simon que dirigió en cine el impersonal Gene Sacks quien, como en anteriores ocasiones (Descalzos en el parque, La extraña pareja), tuvo la suerte de contar con un reparto que compensara sus limitaciones. Alan Arkin es el hombre de mediana edad que pretende seducir a Paula Prentiss, Sally Kellerman y Renée Taylor en una pieza fluida y algo melancólica, pero no muy divertida.
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