Repercusiones de las huelgas

Los mayores perjudicados por la huelga de Metro fueron ayer los trabajadores de a pie, que no tienen seguro su puesto y que, muy probablemente, ganan bastante menos que muchos de los empleados del Metro. 

Muchos de estos usuarios ayer no tenían tan claro que sus jefes no les descontaran las horas o el día por el retraso o ausencia a causa de la huelga del suburbano.

Jose está en el paro y tenía un juicio ayer a las 10 de la mañana. Demandó a su ex jefe por malos rollos en el trabajo. Pero él no vive en el centro, y aunque fue de los que madrugó, había tardado dos horas para llegar a la capital desde el municipio de Arganda del Rey. Eran las 11 y aún le faltaba coger otro autobús para llegar al juzgado de lo laboral. «Todavía estoy peleando para que mi jefe me pague y encima tendré que llegar tarde al juicio y no podré cobrar», se lamentaba.

Ricardo es socorrista de piscinas en Mirasierra. Estaba apurado esperando el autobús. «Yo tengo la llave y no se abrirá hasta que llegue; como el jefe se enfade, no sé qué me hará, aunque creo que lo entenderá», dijo. Mientras hablaba, miraba el reloj. En ese momento ya llevaba más de una hora de retraso. Y todavía tenía que atravesar Madrid.

Álex, obrero de la construcción en Ciudad de los Ángeles, llegaba a Conde de Casal desde Rivas. Tenía que estar a las 9 de la mañana y eran las 11. «Aunque yo creo que mi jefe tiene que entender que no es culpa mía y no me echará», dijo.

Ricardo y Minerva, cocineros, estaban en la misma situación. Él trabaja en un restaurante más allá de Cibeles y venía desde Mejorada del Campo. Ella, en un bar en Atocha. «Hoy la comida se hace sola», decía Minerva. «Pues no sé a qué hora podremos llegar», afirmaba, mientras se acercaba el 14 en la plaza Conde de Casal. La fila para subir al autobús daba vueltas a toda la explanada y Minerva no tenía claro si conseguiría subir en el que llegaba.

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