El militar que tocaba el cielo

Todavía el pasado 12 de octubre, día de la Fiesta Nacional, abría el desfile con su F-18 sobre el paseo de la Castellana de Madrid. Encabezaba la formación aérea, compuesta por distintos tipos de aparatos, bajo cuya ruidosa cobertura marcaban el paso los hombres y mujeres de nuestros ejércitos y rugían pacíficamente los blindados. 

Juan Luis Abad Cellini pilotaba el Hornet líder en calidad de jefe del Mando Aéreo de Combate (MACOM), la estructura militar responsable de la vigilancia y el control del espacio aéreo de soberanía nacional, por medio de las unidades de combate y de cuantas le sirven de apoyo para cumplimentar tal misión. Había llegado al cargo, uno de los más altos y prestigiosos del Ejército del Aire, en 2010, tras ser ascendido a teniente general. 
Culminaba así una brillante trayectoria como piloto de transporte y, sobre todo, de caza, con unas 3.600 horas de vuelo en las cabinas de, esencialmente, el Mirage F-1 y el F-18 Hornet. Entre otros destinos de máxima exigencia y responsabilidad, había mandado el Ala 14 en la base de Los Llanos (Albacete) y ejercido la jefatura del Mando de Apoyo Logístico. 

Desde Torrejón vigilaba y gobernaba los cielos de España a partir de las informaciones enviadas permanentemente y en tiempo real por las instalaciones de radar repartidas por el país. En una de esas salas, enorme y futurista, plagada de ordenadores y sistemas, una pantalla gigante registra el curso y los parámetros de todos los vuelos civiles y militares que parten o llegan de nuestro país, o que lo cruzan rumbo a los cuatro puntos cardinales. 

No siempre quienes la escrutan y calibran se entregan a una actividad apacible o rutinaria. A menudo se producen situaciones inciertas, tensas o, directamente, peligrosas, que no llegan jamás ni a la prensa ni a la ciudadanía y que Abad solventaba con sus dotes de mando, su experiencia, su rapidez de análisis y decisión, y, por así decirlo, en lenguaje cinematográfico, sus nervios de acero. 
Nacido en Gerona el 31 de mayo de 1948, era un hombre de sonrisa fácil, don de gentes, trato exquisito, innata capacidad de comunicación y simpatía arrolladora. Su cargo llevaba aparejado el de comandante del Centro de Operaciones Aéreas Combinadas nº 8 de la OTAN (CAOC 8). Podía habernos contado muchas cosas acerca de las operaciones sobre Libia. 

Se encontraba quizás al borde de su cima profesional. A punto de ser renovada la cúpula militar, su nombre sonaba para JEMA (jefe del Estado Mayor del Aire). Ya había sido segundo JEMA y el escalón superior parecía destinado a ser ocupado por él. Fallecido inopinadamente por causas naturales, en su epitafio podría figurar el lema del MACOM: Adsumus custodes pacis. Asumo la custodia de la paz. 

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