Viri anda desaparecida
La primera vez que vimos a Elvira ejercer de first lady al estilo antagónico de Michelle Obama fue un mes después del ascenso al poder del PP durante el acto de investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno en el Congreso de los Diputados. El 19 de diciembre apareció parapetada tras sus clásicas gafas modelo aviador de Ray-Ban, un trench oscuro, una camisa de seda azul marino con flores blancas y un pantalón quizás firmado por alguna marca de lujo de la (también gallega) Inditex. Ya dentro del hemiciclo, Elvira se dejó flanquear por las auténticas leonas que custodiaron el edificio ese día: Dolores de Cospedal y Esperanza Aguirre, aunque las tres se colocaron en un segundo plano y escucharon el discurso de Rajoy desde las gradas.
Elvira desapareció un mes más de la esfera pública desde aquella jornada de gloria. La esposa salió de su encierro voluntario, motivado por las navidades en familia y la mudanza a La Moncloa, para asisitir al funeral de Manuel Fraga, otro paisano, el 21 de enero en Santiago de Compostela. Aunque huelga decir que la razón de su presencia en este acto fue más personal que profesional.
Pero tres días más tarde, el 24 de enero, Elvira de Rajoy, captó sin pretenderlo la atención de los flashes en la recepción anual al cuerpo diplomático que cada año ofrecen los reyes en palacio. Elvira emergió bella y elegantísima con su esposo a un lado y el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, al otro. No pudo evitar salir en la revista ¡Hola!, quizás una de sus mayores pesadillas, pues la biblia rosa celebró frívola la acertada indumentaria de gala de la gallega, compuesta por falda larga de color berenjena, cuerpo negro con escote a la caja y blazer entallada de terciopelo del mismo color. Un conjunto sobrio pero con charme, tal y como es ella, adornado por un maquillaje apagado, una melena lisa arreglada sin estridencias, unos sencillos pendientes de oro blanco de aires vintage y la alianza de casada.
Otro mes más tarde, el talismán de Rajoy volvió a compartir con el presidente otro día alegre: el 17º Congreso Nacional del PP en Sevilla, del que el líder salió reelegido cabeza de partido con el 97,56% de los votos. En esta ocasión (17 de febrero), sus carabinas en primera fila, posición estratégica inusual en ella, fueron la ministra de Trabajo Fátima Báñez y la esposa de Javier Arenas, Macarena Olivencia.
Una vez más, hasta el 25 del mes siguiente, Elvira prosiguió con su vida hogareña en Moncloa. Aunque esa tarde de marzo se montó de nuevo en el coche oficial de su marido con destino a la calle Génova para seguir la evolución del escrutinio de las elecciones autonómicas de Andalucía y Asturias. Entonces Elvira no le dio suerte a su marido, pero le brindó su cariño incondicional, el mayor estimulante del presidente.
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