Jimi Hendrix lo contrario de Elvis
Si entre los grandes revolucionarios del rock tuviéramos que buscar semejanzas genéticas, hay una que se repite constantemente: su exhibicionista afición por el sexo. Elvis, Jagger, Bowie, Johnny Rotten, Prince o el mismo Hendrix, del que hoy se cumple el 20 aniversario de su muerte, compartían ese rasgo. Quizá el caso de Hendrix sea el más exacerbado. La manida trilogía de sexo, drogas y rock and roll encontró en él la razón de su existencia. Una imagen controvertida, rodeada por el escándalo acompañó hasta su muerte a este rey de la post-psicodelia.
El entendió desde el principio que un cierto toque circense unido a un talento musical poco común no venía nunca mal y supo aprovechar la leyenda sexual del hombre negro, aplicándola a todas y cada una de sus actuaciones y declaraciones en prensa. Su indumentaria, actitudes, forma de moverse en el escenario, de acariciar lascivamente su guitarra, de la que logró extraer melodías que han pasado a la historia, le permitieron romper barreras aparentemente inexpugnables dentro del mundo del rock.
Su proceso fue como el Elvis pero a la inversa. Fue el primer musico negro que logró triunfar haciendo música de blancos, además de con sus estrafalarios trajes, adelantarse a lo que años más tarde harían otros muchachos más pálidos. Su influencia ha llegado lejos. El inconfundible «wah wah» de su guitarra se encuentra en miles de discos de artistas posteriores y las notas y espíritu de discos como Are you experience o Electric Ladyland se han encarnado en artistas aparentemente originales y declaradamente geniales. La formación autodidacta de este mestizo de ascendencia india, nacido en Seattle en 1942, ayuda a potenciar aún más el mito. Con el ukekele sació, con tan solo once años, sus tempranas pasiones musicales, un primer paso que le sirvió para más adelante, escuchando temas de Chuck Berry o B.B. King, aprender los secretos de la guitarra, un instrumento del que se convertiría en maestro e indudable innovador. Cualidades que más adelante fueron aprovechadas por artistas como Wilson Pickett, Jackie Wilson o Little Richard. Gente con la que colaboró antes de unirse en Nueva York a los Isley Brothers, hasta que en 1965 forma su propia banda, Jimmy James and the Blue Flames, con la que no tiene demasiado éxito, aunque le sirve para que un magnífico promotor, Chas Chandler -ex bajista de The Animals, se fije en él y decida «protegerle» y lanzarle al estrellato en el Reino Unido.
Noel Redding le acompañará al bajo y Mitch Mitchel completará la base rítmica a la batería. Así nace la Jimi Hendrix Experience que se estrena teloneando en París al rockero de moda en esa la época: Johnny Hallyday, de ahí al éxito masivo: sólo un paso. Cinco Lps -en vida-, grandes conciertos como los de Monterrey, Woodstock o el del principio del fin en la Isla de Wight, completan una mítica carrera, llena de tópicos, escándalos, genialidades y altibajos. Momentos estelares que terminan en el 69 con la disolución de The Experience y el 18 de septiembre del 70 con un cuerpo lleno de barbitúricos, restos de heroína y alcohol, sonidos e ideas psicodélicas y aspiraciones artísticas no del todo saciadas.
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