Un error tras otro
Así que todo ello podrá pasar a beneficio de inventario, como una advertencia sin coste. Pero sólo si se extraen del susto las lecciones pertinentes.
Pese a algún tapón espectacular, la defensa española nunca fue un dechado de agresividad, como se vería en esos instantes finales con los tres triples británicos.
En esas condiciones no suelen abundar, y no abundaron tampoco esta vez, las ocasiones de contraataque, un arma que España necesitaba perentoriamente porque en ataque estático las pasaba canutas: poca y lenta circulación del balón, con poco juego interior y una gran incomodidad de los tiradores lejanos, bastante mejor defendidos por un equipo británico aguerrido que por sus anteriores rivales.
En esas condiciones no suelen abundar, y no abundaron tampoco esta vez, las ocasiones de contraataque, un arma que España necesitaba perentoriamente porque en ataque estático las pasaba canutas: poca y lenta circulación del balón, con poco juego interior y una gran incomodidad de los tiradores lejanos, bastante mejor defendidos por un equipo británico aguerrido que por sus anteriores rivales.
Más velocidad y más circulación de balón: las necesidades eran evidentes, a la vista de que los españoles nunca lograban marcharse con más de 15 puntos de ventaja. En esos casos lo que el médico receta es más Sergio Rodríguez, pero le vimos poquito, mientras Sergio Scariolo seguía impertérrito con las rotaciones. Cuando llegó el momento crucial en el que o se rompía el partido o los británicos nos hacían un roto, ahí estaba una alineación extraña con Víctor Sada de base. Y nos hicieron el roto, claro.
Llegamos al momento crucial. Rusia y Brasil y la posición para cuartos de final. Fin de la displicencia.
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