Ser insumiso es un delito
Hoy, 16 de noviembre, van a tener lugar en Barcelona los dos primeros Consejos de Guerra a los jóvenes insumisos Josep María Moragriega y Caries Hinojosa, por negarse expresamente a la realización del servicio militar.
La petición del fiscal militar es contundente: dos años de prisión militar. Pero no vamos a detenemos ahora a analizar la tremenda injusticia de la pena solicitada o la que impongan, ni vamos a demostrar el colmo de la aberración que supone «poner en manos» de una jurisdicción militar (cuya existencia en sí misma ya es difícilmente entendible) a un civil que precisamente lo que reclama es su capacidad de continuar como tal civil y no como militar. (Hubo un tiempo en que la Inquisición juzgaba y condenaba a ateos, precisamente por negarse a dejar de ser ateos).
Centrémonos pues en el asunto de fondo, en la verdadera raíz del problema: el delito de los insumisos, y veremos si encontramos el rabo y los cuernos, los palos de escoba que demuestren claramente su culpabilidad.
Caries y Josep María, así como los más de 350 muchachos que este año se han declarado insumisos, más los varios centenares más que se disponen a hacerlo durante el año próximo, son jóvenes como cualquier otro pero con una característica colectiva e individual: conciencia y conciencia antimilitarista. Y ¿en qué consiste ésta?: contrariamente a lo que se suele pensar el antimilitarismo no es una ideología simplemente basada en el rechazo a una serie de comportamientos, valores e instituciones. El antimilitarismo ante todo busca el desarrollo y avance hacia una sociedad justa, solidaria e igualitaria en la que todos y todas tengamos la oportunidad de desarrollarnos como seres humanos en auténtica libertad.
La consecución de esta transformación de la realidad social, choca frontalmente con una ideología, el militarismo, cuyos valores (sexismo, jerarquía, obediencia ciega, xenofobia...) y comportamientos (creación de enemigos, intauración de la ley del más fuerte, veneración de «deidades» como honor, bandera, patria) van poco a poco, introduciéndose en los comportamientos y formas de relación cotidiana (laborales, familiares, amistosas, educativas...).
Esta ideología militarista tiene como mejor y mayor exponente defensor a una institución, el Ejército, cuya misión en la sociedad actual es principalmente la de potenciar y ejemplarizar esos valores y comportamientos, así como defender -con su poder disuasorio- a las instituciones encargadas de controlar el «status quo» social imperante, en vez de defender y potenciar las conquistas de los derechos y libertades que nos hagan avanzar hacia una sociedad de la que todos/as nos sintamos orgullosos/as. Finalmente, la mencionada ideología militarista, y su bastión, el Ejército, cuentan con un mecanismo, llamado servicio militar, que sirve de perfecto filtro para amoldar a su «gusto y necesidad» a todos aquellos jóvenes que «llevados por un idealismo ingenuo» intentan oponerse a ellos.
Así, a través del servicio militar se conseguirá que estos jóvenes, en ocasiones aún muy díscolos, se «adapten» perfectamente para luego desempeñar sin problemas sus distintos papeles de esposo/padre autoritario y recto, obrero sumiso o patrón inquebrantable..., con completo desinterés y/o dejación de temas tales como la pobreza de los demás, la esquilmación de la naturaleza, la represión de las autodeterminaciones...
Es por todo esto por lo que tanto Josep María, como Caries, como el resto de los/las antimilitaristas nos oponemos al militarismo, y en la actualidad centramos nuestras críticas tanto en el ejército como en el servicio militar, ya que somos conscientes de que la transformación social que pretendemos no se puede esperar para mañana y debe ser producto de la colaboración colectiva de una inmensa mayoría que poco a poco va tomando conciencia y constituyéndose en tal. Que nadie crea tampoco que éste sea un camino fácil, muy al contrario. Somos conscientes de que el que esto cambie, depende de todos/as y cada uno/a y no de unos pocos como se nos intenta hacer creer.
Por eso Caries, Josep María y todos los que vengan detrás, dan este gran paso hacia esa nueva sociedad, que los militaristas rápidamente han intentado reconvertir en delito: practicar la coherencia y negarse expresamente al servicio militar para no contribuir ni un segundo a sus objetivos.
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