David Guetta y su sonrisa de niño travieso

Tiene pinta de bad boy, con el piercing en la ceja, los tatuajes varios y sus Ray-Ban espejadas. Luego está su sonrisa de niño travieso, la que esboza cuando pone un temazo. Por la noche, en la cabina, David Tort se convierte en uno de esos dioses modernos que agitan el cuerpo y el alma de los clubbers más entregados. No en vano, el catalán se ha hecho un nombre propio en la competitiva elite de los DJs internacionales. Sus hits se han escuchado en todas las pistas de baile. 

Lo suyo es el house que mueve masas (musicón puro), aunque se puede marcar sesiones de lo más vanguardistas -basta con escuchar su show de radio Rock da house. Tort ha remezclado a los grandes -Tiësto y David Guetta-, es el único español al que se le han abierto las puertas de la mansión Playboy para pinchar y rivaliza con los pilotos en horas de vuelo.

«El DJ es el maestro de ceremonias. En las tribus antiguas ya era así, estaba el chamán. La gente va a los clubes a olvidarse de todo y a pasarlo bien. Una sesión es como un concierto», dice Tort. Sabe de lo que habla. Lleva 20 años tras los platos y ha conquistado los clubes más in del globo (además de la MTV), con giras por todos los continentes: este año se ha recorrido Oceanía y ahora está en pleno tour por Brasil. Aún así, el panorama nacional se le resiste (sólo Ibiza, La Isla, es la excepción: «es otro mundo», señala Tort).

«La escena house en España tiene un sonido muy particular que no tiene nada que ver con el mío. Mis producciones se asemejan más al estilo de Estados Unidos o Inglaterra, por eso me diferencio. Pero al mismo tiempo es contraproducente, porque aquí me cuesta más encontrar un público abierto mentalmente», explica el más purista de los DJs españoles. Porque David Tort no se limita a poner una canción tras otra: él compone, es productor y tiene su propio sello (The Mansion Recordings, que ha fundado junto a su colega DJ Ruff).

«Los DJs hacemos música, ya es hora de que se nos vea como artistas. Yo me considero un músico», reivindica este DJ de la «vieja escuela», que pasaba sus tardes de viernes de tienda en tienda, a la caza de vinilos. «Era otra época, ahora todo ha cambiado. Antes llevábamos maletas de 60 kilos y ahora lo tienes todo en un ordenador», dice quien creció y se formó al mismo ritmo que la industria del house.

Tort recuerda como una revelación la primera vez que pisó una discoteca, cuando sólo era un chavalín de 14 años y el acid house dominaba la escena. «Después del cole fui a la disco del pueblo y flipé. 'Yo quiero hacer eso', me dije». El joven David ya tenía la costumbre de peregrinar a una tienda de discos de Sitges («a la que iban todos los DJs de la zona», recuerda) y el dueño le comentó que un bar de Vilanova buscaba un pinchadiscos. «Mentí y dije que tenía 16 años para que me dejaran», confiesa con una sonrisa. Esa fue su primera vez. Y allí, en el Gems, un local mítico ya desaparecido, se formó musicalmente. «Aprendí muchísimo, sobre todo de la música de los 70 y 80», reconoce.

Ni siquiera había cumplido los 18 y ya componía sus propios temas. En los 90, David Tort se posicionó como el DJ indiscutible del Garraf: empezó a pinchar en las tardes de Pachá Sitges (el original, el primero de la cadena), en el Louie Vega de Calafell y en la reina de las discos de la zona, la legendaria Atlàntida, aislada en una cala a orillas del mar. «Iba en moto a la Atlàntida, sorteando todas las curvas con los discos a cuestas, que casi me caía», ríe Tort.

«Al principio no era consciente de lo que hacía, yo sólo quería pinchar. Pero después empecé a hacer música y, a partir del 98, a publicarla. Yo iba creciendo como DJ y la industria también», cuenta. El punto de inflexión llegó cuando los DJs famosos empezaron a pinchar sus canciones. «Entonces comienzas a hacerte un nombre», admite. Con la remezcla de Work it out, Tort irrumpió de lleno en la Champions de los DJs. «Cuando salí fuera empezaron a reclamarme aquí. España lleva muchos años de cultura nocturna pero no se le da el valor que realmente tiene. La escena clubbing ha cambiado: cada vez hay más discotecas y menos clubs», lamenta.

Hoy, ser DJ es súper cool. Con los programas informáticos que simulan platos, cualquiera puede autoproclamarse DJ. «Se ha perdido la esencia del DJ auténtico. Muchos sólo tienen como objetivo ser conocidos. En esta profesión hay mucha confusión: no basta con pinchar, hay que hacer música», David Tort dixit.

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