Amparo Muñoz la única miss mundo española
Miss Muñoz ha muerto en su casa de Málaga. Despacito y sin llamar la atención de los paparazzi, como quizás deseó alguna vez cuando la fama no le concedía descanso.
Ha muerto de a poquitos, víctima del mal de la belleza, una enfermedad que le acompañó mientras mantuvo un pequeño hálito de vida. Su estrella, empero, se había apagado muchos años antes, cuando a la vuelta de sus correrías no supo hacer acopio de valor para enfrentarse al mundo.
Fue la única miss que jamás sufrió el bochorno de ser confundida con otra miss. Era descaradamente bella y singular, luminosa, seráfica. Ningún certamen de belleza se le resistió, pero la vida, que es arbitraria por naturaleza, le hurtó las facultades necesarias para gestionar su caudal de hermosura y terminó dando tumbos en el mercado de la fama.
Pagó el primer peaje en Manila, al conquistar la categoría de Miss Universo y equipararse a Manolo Santana y Bahamontes, también españoles universales. Había salido de Málaga comiéndose las eses como Marisol y regresó gritando okey como un barman. De esa época datan sus primeros desatinos, cuando eligió de novio de cabecera a Máximo Valverde, el único depredador que la ha defendido hasta su muerte.
Así era ella. Valverde y Flavio Labarca fueron dos hombres de los que Amparo Muñoz se enamoró. Con el primero hizo causa común contra los paparazzi y con el segundo inició su particular ruta del bacalao, que tuvo parada y fonda en Bali, donde Amparo y Flavio contrajeron nupcias por un rito turístico cuando ella se hallaba en el esplendor de su belleza.
Amparo estaba entonces separada del cantautor Patxi Andión, con quien había contraído matrimonio católico en una ermita navarra, y del productor Elías Querejeta, su pigmalión durante una época. Si hubo enseñanzas por parte de alguno de estos dos hombres, cayeron en saco roto, pues a Miss Muñoz nunca le lucieron.
Años después, Amparo volvió a enamorarse, pero todo resultaba ya muy sórdido. Los hombres de su última etapa eran compañeros de urgencias, gente vapuleada por la nocturnidad, golfos de turno. Uno de ellos pasasá a la historia por haber sido el último marido de la Miss, cuando ya no era una sirena iluminada y había dejado de sonreír.
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