Marichalar el yerno discreto

Ha sido la semana grande de Jaime de Marichalar. Al duque de Lugo le sonríe la fortuna. Ascendido en su trabajo, el Crédit Suisse -uno de los principales grupos financieros del mundo- acaba de nombrarle presidente de la Fundación Winterthur y el viernes hizo abuelos a los Reyes. A sus 35 años, el yerno de Don Juan Carlos es un banquero de postín. Y el padre de Felipe Juan Froilán de Todos los Santos.

Eran las dos de la tarde del jueves cuando una furgoneta gris metalizada introducía al Duque de Lugo en la Clínica Ruber Internacional de Madrid. Jaime de Marichalar prefirió no conducir ese día su Jaguar azul. Le esperaban en el paritorio. Cuando, doce horas más tarde, apareció con una copa de cava en las manos para anunciar el feliz nacimiento de Felipe Juan Froilán de Todos los Santos, él ya era padre y los Reyes de España, abuelos. Los Marichalar, uno de cuyos miembros -Luis de Marichalar y Monreal, vizconde de Eza- había llegado a ser ministro de Alfonso XIII, han entrado para siempre en el árbol genealógico de los Borbones. El fervor monárquico de la familia está esculpido en piedra en su escudo de armas: «Fidele Deo, Regi et Patrie», que traducido significa «Fidelidad a Dios, al Rey y a la Patria».


Pero ha sido el nieto del vizconde el que ha sellado para siempre la alianza, con sangre de su misma sangre. Tanto es así que hoy es un Marichalar, el recién nacido, el que ocupa el tercer lugar -por detrás del Príncipe Felipe y la Infanta Elena, su madre- en la línea sucesoria al trono de España. El pequeño De Marichalar y de Borbón, 3,60 kilos y 52 centímetros, nació por cesárea de madrugada. «Lo he cogido en brazos. Primero he sentido miedo; luego, mucho orgullo», no pudo dejar de decir su padre.

Todo comenzó en París. Desde aquel 1987 en que conoció a su futura esposa, la vida del entonces broker -trabajaba en gestión de riesgos en la financiera BGA- ha sido una carrera por etapas llena de satisfacciones. Días antes de cruzar el umbral de la paternidad, Marichalar, duque de Lugo desde su boda con doña Elena en Sevilla, fue nombrado presidente de una fundación con vocación de mecenazgo cultural.

Feliz en lo personal, estimadísimo en lo familiar y aupadísimo en lo profesional, el yerno más alto -mide 1,98 metros, un centímetro más que Iñaki Urdangarín- de Don Juan Carlos se apresta ahora al relumbrón social, seriamente. Esta ha sido su semana. La semana de Marichalar.
Dicen que no había banquero de renombre que no le quisiera tener en su nómina, para dar lustre. Y dicen también que los rumores, tiempo atrás, de su posible fichaje por una entidad española puso más que nervioso al soberano, quien siempre prefirió a su yerno al frente de una fundación. El ejemplo que seguir sería el del ginecólogo Carlos Zurita, consorte de la Infanta doña Margarita, la hermana menor del Rey, y presidente de dos fundaciones: la del Ducado de Soria y la de Amigos del Prado. Por todo ello, la carrera de Marichalar tenía los plazos marcados.

Tardó ocho años, los dos últimos de noviazgo oficial, en casarse con la Infanta Elena, a la que conoció en París en 1987. Esperó tres, después de su boda, para que la empresa en la que trabajaba desde 1994 y trabaja aún, el grupo bancario Credit Suisse, le nombrara director gerente de una de sus filiales y le mandara con despacho a Madrid. Otros tantos en dar a los Reyes su primer nieto. Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y de Borbón inaugura la undécima generación con derecho a la sucesión directa de la Casa de Borbón en España. La dinastía comenzó aquí en 1700 por Felipe V, nieto del francés Luis XIV, el Rey Sol.

Junto a las fotografías de su estrenada paternidad, Jaime de Marichalar posó esta semana para dar solemnidad pública a su nuevo cargo en la Fundación Winterthur. El presidente aparece en el despacho que desde febrero -antes trabajaba en las oficinas de París, ciudad donde vivía desde 1986- ocupa en el paseo de Recoletos, donde Credit Suisse tiene su sede en Madrid. La fotografía no engaña. Jaime de Marichalar es la formalidad hecha persona. Las manos -impecables los puños de la camisa cogidos con gemelos- sobre una mesa sobria y pulcra, regalo de bodas que el conde ha querido llevarse a su despacho. Fuera de la imagen quedan objetos más personales, estratégicamente colocados en la dependencia. En concreto, dos fotografías. En una aparece él mismo junto a la Infanta, y en la otra, su madre, María Concepción Sáenz de Tejada y Fernández de Bobadilla.

A sus 35 años, Jaime Rafael Ramos María de Marichalar Sáenz de Tejada corona una fundación en la que figuran como patronos, entre otros, el director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, el secretario general de la OTAN, Javier Solana, el tenor Plácido Domingo y el ex futbolista Emilio Butragueño.

Todos, asegura Winterthur, trabajarán sin cobrar una sola peseta. En el caso específico de Marichalar -«no es un cargo honorífico sino de presidente ejecutivo», se insiste desde el grupo asegurador- su labor se considera una extensión de sus funciones como Managing director senior adviser del Credit Suisse Group. La fusión, el pasado verano, entre la compañía de seguros Winterthur y el grupo financiero helvético ha hecho que ambas entidades tengan una única unidad de destino en lo universal. En lo nacional, Pirineos abajo, es la aseguradora la que ha creado la Fundación para desarrollar una política de patrocinio de proyectos humanitarios y sociales y de mecenazgo cultural.
La Fundación Winterthur, en palabras del propio Marichalar, «no tiene otra ideología ni otro objetivo que el servicio desinteresado a la sociedad». El ya ha apuntado dos grandes proyectos en lontananza: «Uno de claro interés social, que estamos rematando en sus detalles en estos momentos, y una gran operación de mecenazgo cultural en colaboración con el Ministerio de Cultura y el Museo del Prado».

La labor social de patrocinio y mecenazgo, opina el duque, «es cada vez más importante y tiene un contenido de distribución de la riqueza que permite que grandes compañías industriales y de servicios destinen una parte de sus beneficios a complementar la labor del Estado».

En definitiva, el duque de Lugo no expone nada ajeno a lo que viene viendo en otros miembros de su familia política. Su nombramiento como presidente de Winterthur remarca una tendencia consolidada en el seno de la Familia Real española. Todos sus miembros -hoy por hoy sólo queda sin fundación el jugador de balonmano Iñaki Urdangarín, esposo de la Infanta doña Cristina- presiden o trabajan en distintas fundaciones. Algunas, como la Príncipe de Asturias o la Reina Sofía, llevan incluso el nombre de sus respectivos presidentes. Siempre se trata de labores no remuneradas, salvo la de la infanta Cristina, adscrita profesionalmente al departamento de proyectos sociales y asistenciales de la Fundación La Caixa en Barcelona.

Los rumores de que el conde de Lugo terminaría presidiendo una fundación son casi tan antiguos como su boda, celebrada el 18 de marzo de 1995 en la catedral de Sevilla. Hasta poco antes del enlace Marichalar era un perfecto desconocido. Su nombre saltó a las revistas y periódicos en 1993, cuando unos fotógrafos le sorprendieron en compañía de la Infanta y empezó a correr tinta impresa. Se supo entonces que la relación entre ambos comenzó a raíz de que se conocieran en París, en 1987.
La hija mayor de los Reyes, la primera Infanta de España con título universitario, el de Magisterio, estudiaba entonces Literatura francesa en la capital del Sena y Jaime de Marichalar ampliaba allí sus estudios de gestión de empresa y marketing. El había llegado a la ciudad en 1986, con 23 años.

Nació el 7 de abril de 1963 en Pamplona (Navarra) como el cuarto hijo -después vendrían dos más- del matrimonio formado por Amalio de Marichalar y Bruguera, conde de Ripalda (fallecido en 1979) y Concepción Sáenz de Tejada y Fernández de Bobadilla, de familia de militares. Educado en colegios jesuitas y franciscanos, es tan difícil verlo haciendo declaraciones a la prensa como de juerga nocturna. Y no es que en eso haya cambiado por obligaciones del cargo de consorte.
Jaime de Marichalar ha sido desde niño pura discreción. Hay quien ve en ello la vieja sangre mesetaria que corre por sus venas. En una finca de su familia, Garrejo, sita a 7 kilómetros de Soria, se excavaron las ruinas de Numancia.

Lo que los españoles descubrieron al hacerse oficial el compromiso matrimonial de la pareja, en noviembre de 1994, es que el novio era la seriedad hecha persona, un chico formal y de buena y noble familia. No trasnochaba, no tenía mácula en su expediente amoroso, apenas arrastraba vicios -un cigarrito negro, Ducados o Gitanes, de vez en vez-, hablaba a la perfección inglés y francés y trabajaba de broker en la banca parisina. Además, era afortunado: una tía, María Teresa de Marichalar, le había regalado dos edificios en Madrid cuyo valor estimado rondaba los mil millones de pesetas.

Que le apasionara el ballet, y especialmente la alta costura de París, no pasaba de ser una pequeña debilidad -¿frivolidad?- más digna de elogio que de reproche. Un toque casi de distinción en alguien que, para dejar claras sus credenciales monárquicas, había bautizado con el nombre de Zar a su caballo; porque a Jaime de Marichalar, como a su esposa, también le priva la hípica.
Desde su boda, sus aficiones y hábitos han cambiado poco. Su vida, algo más. Aunque la pareja instaló inicialmente su residencia en París, el embarazo de la Infanta, y la circunstancia de que al poco el grupo Credit Suisse le ascendiera en el escalafón, propiciaron el traslado a Madrid. Marichalar fue nombrado en enero director gerente y consejero de la filial Credit Suisse First Boston, con despacho en la capital española. No por ello ha dejado de viajar: el trabajo -compromisos de consorte aparte- le obliga a frecuentes visitas a Londres, Nueva York, París y Zurich.
Desde febrero de este año, los duques de Lugo viven en un dúplex alquilado de 250 metros cuadrados en el corazón del distinguido barrio de Salamanca. Precisar el precio del alquiler -se ha llegado a publicar que ronda el medio millón al mes-, así como el sueldo de Marichalar -se ha escrito que alrededor de dos millones- es un puro ejercicio cabalístico.

El cuarto de los seis hijos de los condes de Ripalda ahora deberá compaginar su trabajo en el banco con la crianza del bebé -es un suponer- y las tareas que le depare el cargo de presidente de la Fundación Winterthur. Para lo primero y lo último cuenta con despacho junto al Paseo de Recoletos. «Muy sobrio, como es él. Tamaño medio, ni grande ni pequeño», dice alguien con quien trabaja a menudo.

Felipe Juan Froilán de Todos los Santos tiene un papá mecenas, presidente de Fundación. El viernes, todavía de madrugada, Marichalar alzó la mano derecha y bebió para festejar. Cava por el nuevo Borbón.

Grande de España, con tratamiento de excelencia y tercero en la línea sucesoria de la Corona, por delante de su tía doña Cristina y por detrás del Príncipe y de su madre. Así llegó al mundo, a las 2.16 horas del 17 de julio, Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y de Borbón.
Todo estaba escrito en la Constitución de 1978. La misma Carta Magna que consagra la notoriedad del bebé desde la cuna le impide, al hacer distingo entre sexos, ser hoy el principal sucesor de su abuelo después sólo de su madre. Y es que la ley de leyes, en un precepto que algunas asociaciones de mujeres podrían llegar a recurrir ante el Tribunal de Estrasburgo, establece que el Príncipe Felipe, por ser varón, es el heredero y no su hermana Elena, la primogénita de los Reyes.

Así las cosas, Felipe Juan Froilán -su tercer nombre es en homenaje al patrón de Lugo, ciudad que da título al ducado de sus progenitores- no está llamado, en principio, reinar en España. Tal circunstancia sólo se produciría si algo apartara al Príncipe Felipe de su camino al trono -una boda no autorizada por sus padres y las Cortes, por ejemplo,- o si nunca tuviera hijos.

En cualquier caso, el joven Marichalar sí es miembro de la Familia Real. Por más que su padre no tenga sangre «azul», el bebé no se ve perjudicado por la derogada Pragmática de Carlos III, según la cual perdían sus derechos sucesorios aquellas personas que, teniéndolos, contrajeran matrimonio con otras que no fueran de sangre real.

El tratamiento de Felipe Juan Froilán como excelencia le viene de ser hijo de los Duques de Lugo. Con él se inicia la undécima generación con derecho a la sucesión directa de la Casa de Borbón en España. La genealogía de la dinastía borbónica española arranca, en 1700, con Felipe V. Accedió al trono al morir sin descendencia el último de los Austrias, Carlos II.
Por vía paterna, Felipe Juan Froilán proviene de una familia noble que remonta sus orígenes al siglo XVII. De aquellas grandezas los Marichalar conservan la finca soriana, Garrejo, que permitió al vizconde de Eza donar al Patrimonio Nacional las ruinas de Numancia. También les queda la Casa de los San Clemente, palacete del siglo XII.

La abuela paterna del bebé, doña Concepción, condesa consorte de Ripalda, es hermana del teniente general José Sáenz de Tejada, jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra en los 80, y cuñada del teniente coronel Prieto, jefe de la policía foral navarra asesinado por ETA.

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