Estoy decidida a morir

Queridos amigos. Os estoy infinitamente agradecido por la preocupación que habéis mostrado por la salud de mi esposa Danica y la mía, y también por todos los esfuerzos emprendidos, vuestras quejas y vuestras protestas, a fin de que pudiésemos ser liberados. En el plano jurídico, ninguna prueba ha podido ser mantenida ni contra Danica ni contra mí. Los propios jueces y fiscales lo han reconocido y, por lo tanto, estaba firmemente convencido de que Dana y yo íbamos a ser liberados durante el primer día de julio. (...) Sin embargo, en el último momento, los jueces y los fiscales se han visto enfrentados a un ultimátum proveniente de las más altas instancias políticas de Serbia y estos hombres de ley, por temor a represalias, han hecho público hoy su veredicto: permanezco en prisión. 

Que transmitan ellos nuestras actas procesales para su estimación a sus colegas griegos, franceses, americanos, ingleses... si se atreven. Asimismo, ellos no han tenido en cuenta el informe de la Comisión médica de expertos que describe con detalle las atroces heridas y lesiones que nos han sido infligidas por la policía y en el que se precisa que es un auténtico milagro que hayamos quedado vivos. Tampoco han tenido en cuenta el hecho de que yo tenga que ser sometido próximamente a una grave intervención quirúrgica, lo que yo voluntariamente he mantenido escondido hasta este día. Ellos simplemente se han sometido a este ultimátum muy claro: Dana y yo debemos permanecer en prisión.


La intención es indiscutible y de origen conocido: es preciso que nosotros soportemos juntos y durante el mayor tiempo posible sufrimientos y dolores, a fin de que alguien pueda disfrutar secretamente de su venganza personal. No permitiré esto. Por eso, desde hoy, primero de julio, comienzo una huelga de hambre, decidido a morir con el fin de evitar a mis verdugos un placer interminable. Yo sé que, quizás desde ahora, ellos van a sacarnos de la clínica de neurocirugía y que las protestas de los médicos no van a servir de nada. Me enviarán entre ratas, a ese calabozo parecido a una tumba y, allí, querrán guardarme de por vida por la fuerza con la ayuda de sondas y perfusiones, lo que, sin ninguna duda, prolongará mis sufrimientos. Pero ninguna fuerza me podrá impedir poner fin a mis días y la responsabilidad de mi muerte les incumbirá a los ojos de Serbia y del mundo entero. 

Queridos amigos, os pediría dos cosas. La primera, haced al menos lo imposible para que mi Dana sea liberada. La segunda, nos os manifestéis en la calle, ni les deis de ningún modo el pretexto de transformar mi desgracia en desgracia colectiva. Os lo suplico, respetad mi voluntad. Para vosotros, que no sois miembros de mi partido, es una súplica; para los miembros y seguidores del Movimiento de Renovación Serbia no es sólo una súplica, es una orden.

Así pues, desde este día rechazo alimentarme, tomar medicamentos, todo. Pido a Cristo que atienda mi deseo de morir lo antes posible. Y en lo que a mí concierne, a los miembros de esta policía sanguinaria que, a Dana y a mí, nos han aporreado, golpeado a culatazos, con botas y puños, les perdono todo. Sólo lamento no poder estar presente el día en que hubiera podido ofrecer a mis verdugos algunos de mis libros, editados en junio y que no he llegado a ver. También perdono sinceramente, como Cristo en el Calvario, a todos los que han dado a los jueces la orden de prolongar mi prisión sin pruebas de culpabilidad y les digo: vuestro deseo de no verme y escucharme más se verá satisfecho: lo cumpliré, y lo cumplo desde hoy, voluntariamente. Queridos amigos, si lográis salvar a mi Dana, os pido que le prestéis vuestro apoyo. Transmitidle mi última voluntad: que nunca jamás se dedique a la política y que se contente con cuidar, exclusivamente, de la publicación de mis libros, aquí y en el extranjero. Infundid valor a mis ancianos padres, a mis hermanos, a mis hermanas, a todos mis amigos. Persuadirles de que, para mí, no era posible otra elección y de que mi suerte no puede ser una razón suficiente para que germine jamás en su corazón cualquier embrión de odio o de venganza hacia nadie. Belgrado, 1 de julio de 1993.

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