El asesino de prostitutas

Como en tantas ocasiones, el asesino era el más normal de los chicos del barrio. Joel Rifkin, 34 años, un diseñador de jardines a menudo desempleado, descrito por los vecinos como «agradable, respetuoso y tranquilo», no tenía pinta de estrangulador. Vivía en una bonita casa, con su madre y hermana, en un barrio de clase media en Long Island, la larga península de Nueva York que desemboca en los Hamptons, lugar favorito de veraneo para los neoyorquinos más adinerados. Pasaba las horas arreglando el jardín, a menudo en compañía de su madre, y reparando su camioneta frente a la puerta de la casa. Joel Rifkin era un hombre que nunca destacó, ni para bien ni para mal, en ningún aspecto de su vida.


Hasta el pasado domingo cuando, a las tres de la madrugada, ignoró la orden del policía que le detuvo por no llevar matrícula en su magnífico Mazda. Después de unos veinte minutos de persecución por el condado de Nassau, siempre en Long Island, Joel Rifkin paró el vehículo, bajó de él y levantó los brazos. Cuando le estaban poniendo las esposas, un agente comentó que olía fatal. «Parece que llevas un muerto en el coche», dijo un segundo agente mientras alumbraba con un linterna en la parte de atrás de la camioneta. Allí, bajo una cubierta de lona, descubrió el cuerpo descompuesto de una pequeña mujer de unos veinte años con señales evidentes de que había sido estrangulada. 

«Yo la maté», dijo Rifkin, un hombre blanco, algo gordito, con bigote y gafas de oficinista. «Era una prostituta», añadió el que ya es conocido como el «estrangulador de Manhattan». Luego vendría la escalofriante confesión según la cual Rifkin ha matado a 17 mujeres, todas detenido el pasado domingo con prostitutas, a las que recogía por la noche en las calles de Manhattan, con las que mantenía relaciones sexuales en su camioneta y a las que enterraba en zonas de Long Island y hasta de Connecticut. El acusado ha facilitado detalles de dónde había escondido los cadáveres de algunas de sus víctimas, lo que permitió encontrar ayer el cuerpo de otra de las mujeres asesinadas en una tumba poco profunda en Town Southampton, en Long Island (Nueva York). Aunque en Estados Unidos el esquema del solitario asesino de prostitutas no es del todo extraño, desde mediados de los años 80 no se producía tan alto número de muertes. En esas fechas, también en el Estado de Nueva York, un hombre llegó a estrangular a diez mujeres.

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