Miki Roque siempre creyó poder salvarse
Estambul. 5 de diciembre de 2006. Estadio Ali Sami Yen. En partido de Champions League el Galatasaray se mide al vigente campeón, el Liverpool. En el minuto 84, el técnico de los Reds, Rafa Benítez, ordena entrar en el campo con el dorsal 34 a Miki Roqué por Xabi Alonso. Nada más pisar el césped, el jovencísimo espigado roba un balón que Robbie Fowler convierte en gol. Habían sido unos minutos de un partido intrascendente para su equipo (3-2), pero Miki había debutado a los 18 años en la Champions. El catalán había pasado dos duros inviernos en Liverpool. Repartía su tiempo entre los campos y la casa de la familia que le habían asignado. Jugaba en el equipo de los suplentes. Luchaba por hacerse entender con su inglés de la ESO. En el vuelo de vuelta a Liverpool, al chico -nacido el 8 de julio de 1988 en el pueblo prepirenaico de Tremp, en Lleida, hijo de un empresario ganadero y un ama de casa- sólo había alegría. Hoy en su casa recuerdan su eterna esperanza. «Nuestro hijo era tan líder que creía que iba a salir de ésta», indican Olga Farrero y Miquel Roqué, quienes reciben a Crónica en Tremp, con una entereza admirable, el miércoles, un día después del multitudinario funeral tras fallecer de cáncer. «Después de salvarse se habría ido a jugar a Rusia o más lejos», añaden. Pero Miki se fue al cielo.
Las botas de fútbol que Xabi Alonso le dio tras aterrizar en Liverpool ocupan un lugar destacado en la habitación de Miki junto a un banderín del Barça y un letrero que dice «This is Anfield». Salvo una imagen con una amiga que hizo en Cartagena, el dormitorio es fútbol 100%. La familia muestra fotos del pequeño Miki con Guardiola, Mourinho, Figo... Serio y buen estudiante, los tatuajes y los pendientes no iban con su personalidad: era un chico discreto. La habitación refleja la trayectoria de un trotamundos precoz. De las paredes cuelgan camisetas del Tremp, el Lleida, el Liverpool, el Oldham Athletic (cedido por los Reds en 2007), el Betis (de 2009 a 2012), la selección española (fue internacional sub-21 en 2010)... De la etapa de Lleida, donde coincidió con Sergio Busquets, guarda un balón firmado por todos sus compañeros.
Cuando mejor iba la carrera de Roqué, asentado en el Betis, lo apartó del fútbol un tumor maligno localizado en la pelvis. Olga Farrero ha pasado la enfermedad junto a su hijo en Barcelona. «Su lucha era vivir y volver a jugar. Se veía en el Barça en el futuro», afirma. «Él nos animaba. Fue feliz incluso en su sufrimiento. "La vida sigue y tenéis que ser felices", nos decía». En la primavera de 2011 fue operado y empezó con la quimioterapia. «Nunca tiró la toalla ni perdió el buen humor», recuerda su hermana Olga, su única hermana, quien luce barriga de embarazada.
Han sido 15 meses ingresado. Dejó huella en la planta séptima de la clínica Dexeus. Se hizo amigo de médicos, enfermeras, camareras… A la psicóloga del Betis, Patricia Ramírez, Miki le dijo confiado: «Aún acabaremos haciendo juntos un libro».
En el mundo del fútbol hay quien se conforma con la Segunda B tras asumir que no ha nacido para la élite. No en el caso de Miki: su historia es la de un niño con un eterno sueño. «Siempre dijo que quería jugar en Primera. No lo logró por poco. De no ser por su enfermedad, lo habría logrado con el Betis», explica apesadumbrado su primer entrenador, Josep Maria Farré. Así se despidió de él en una carta el especialista en psiquiatría que estuvo a su lado en sus momentos más duros, Ricard Valdés (hermano del portero Víctor Valdés): «Has sido no sólo un gran futbolista que hubiera conseguido seguro todo lo que te hubieras propuesto sino que has demostrado ser un hombre de Primera y un ejemplo para todos hasta el momento de tu muerte».
De La Pobla de Segur, pueblo de la familia materna de Roqué, viene Carles Puyol. Durante la enfermedad de Miki, el capitán del Barça ha estado a su lado. Ejemplo: una camiseta en que podía leerse «¡Ánimo, Miki!» tras la victoria azulgrana en la final de la Champions de 2011. Puyol, referente deportivo de Miki, también ha dado muestras en privado a los Roqué de que se desvivió por todos los medios por ayudarle a recuperarse [pagó el coste de su tratamiento en la carísima clínica catalana]. La victoria de la selección española en final de la Eurocopa puede convertirse hoy en el mejor homenaje al colega querido que hubiera cumplido 24 años la semana siguiente.
El niño sólo pensaba en el fútbol porque lo llevaba en la sangre. Su abuelo materno, Pepito Farrero, fue defensa central. Su tío Antonio Farrero despuntó en el juvenil del Barça. La comarca del Pallars Jussà es cantera de centrales... Con siete años, más alto y fuerte que la media, su relación con el balón le condujo por primera vez a hacer las maletas. Se emocionó al saber que los del Club de Fútbol Tremp disputarían un torneo en Francia. El equipo de Miki llegó a la final. Tras un empate, llegaron a la tanda de penaltis. Pero el Tremp sólo disponía de tres niños cuyo lanzamiento de penalti llegara a puerta. Uno era Miki. Marcaron los tres y se llevaron el trofeo. Fue la primera vez que él tocó la gloria. Tras cuatro días en Francia volvió al pueblo como campeón.
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