Eva Longoria la pancha maruja

Los americanos han decidido combatir el tedio mirándose en el espejo de sus propias miserias. Sólo así se explica el apabullante éxito de Amas de casa desesperadas, la serie que congrega todos los domingos a una parroquia de más de 20 millones de espectadores, deseosos de ver cómo el bombón de Eva Longoria se derrite en uno de tantos calentones con el jardinero.

Eva Longoria encarna a Gabrielle, la típica latina de buen ver, asimilada a la moda y a los modos de esa América suburbana donde no hay absolutamente nada que hacer, salvo tirarse al vecino o al jardinero. Su marido, Carlos (Ricardo Chavira), es otro latino descafeinado que todas las noches se depila la nariz, se poda las barbas y se afeita los cuernos.

En cuatro semanas, cuatro, Eva Longoria se ha convertido en la encarnación de todas las «esposas desesperadas» que pululan por América. A sus 29 años, el ángel de la fama le ha caído del cielo: «Me siento un poco en las nubes... Todo esto es abrumador, pero procuro disfrutar». Eva se pasa casi toda la serie cual leona en lencería fina, limándose las uñas mientras llega la fiera del jardinero: «¡Quítate la ropa!». Más que un personaje, el suyo es un cliché, uno de tantos en esta serie anodina, aséptica y previsible que desempolva la imagen de la sufrida ama de casa.

Pero Eva está convencida de que su personaje, Gabrielle Solís, existe de veras en Los Angeles y de que su promiscuidad natural le exige aparecer en pantalla ligera de ropa, aunque sin llegar por supuesto a los extremos de Janet Jackson. Amas de casa desesperadas ha vuelto a poner a la cadena ABC en el mapa y acaba de llegar al número uno en el ranking de audiencia. La pasión que provoca en unos contrasta con la irritación que provoca en muchas mujeres, que arremeten contra el estereotipo de las marujas y afirman que esas amas de casa ociosas ya no existen, que estamos ante la vieja moralina de las teleseries de los 50.

Eva Longoria es tal vez la más desesperada, pero sus tres vecinas -Susan, Bree y Lynette- no se andan muy lejos. Como si fueran los ángeles de Charlie -dos morenas, una rubia y una pelirroja-, las cuatro arremeten contra los demonios de sus respectivos hogares mientras sus maridos se ajustan las corbatas y no bajan de las 60 horas semanales de trabajo.

«¡Relájate, querida, y vete de compras!», le dice a Eva Longoria su marido en la ficción, Carlos, cuando la chica le plantea sus inquietudes laborales. «¿Somos felices?», le pregunta entretanto a su esposo la tal Lynette, madre de tres hijos, al borde de un ataque de nervios. Susan, la otra morena, no acaba de superar la separación del marido y Bree, la pelirroja, recurre a un psicoterapeuta de parejas, por si aún pudiera remediarse lo suyo.

Hasta aquí las neuras suburbanas de Amas de casa desesperadas, parecidas a los dramas que se cuecen en nuestros adosados, pero con ese toque de falsa infelicidad que destilan a veces las producciones americanas. Para colmo, un chorreo de anuncios interrumpe cada siete minutos las peripecias de Eva Longoria y su jardinero, y aquello acaba convirtiéndose en un eterno coitus interruptus.

Vayan habituándose pues a los labios, al ombligo y a las piernas morenas y finísimas de la Longoria, que pronto invadirá también la intimidad de los hogares españoles. Su rostro les suena, seguro, de la serie Beverly Hills 90210 y también de Hospital general.También estuvo en Hot tamales, LA dragnet y The young and the restless, la serie que la catapultó ya como una de las jóvenes promesas latinas (premio ALMA en el año 2002).

Ambición, determinación, disciplina. Así se resume su receta para triunfar en Hollywood: «He visto a mucha gente con talento quedarse en el camino por falta de convicción. Para llegar lejos en esta profesión, tienes que tener muy claro a lo que aspiras y dejarte arrastrar por el deseo».

Su condición de «mujer latina», admite, ha sido «un doble handicap: por un lado, tienes que luchar con la desigualdad patente en nuestra profesión. Y luego hay que bregar también para que no te pongan un estigma y te encasillen en el mismo tipo de papeles.Los latinos estamos desunidos como comunidad, y también en esta profesión».

La revista People en español la eligió el año pasado entre la 25 personas más bellas, aunque ella presume de haber sido siempre «la fea» de la familia, la única morena de cuatro hermanas.

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