Un campesino como cualquier otro

Gorbachov nació el dos de marzo de 1931 en el seno de una familia campesina y humilde en la aldea de Privolnoe, en la región caucasiana de Stavropol. Por aquella época ya Stalin dirigía el país y empezaban a funcionar los famosos Planes Quinquenales, las terribles purgas de Beria y Kaganovich... A los quince años trabajaba en la agricultura como conductor de máquinas agrícolas. Se empapó de los textos bolcheviques y se formó como un verdadero obrero. Por supuesto, ingresó en las Juventudes Comunistas, más conocidas por sus siglas: Komsomol. 

Se adhirió al PCUS en 1952. En 1955 ya era un cuadro local de la organización juvenil .y terminaba sus estudios de Derecho, que había iniciado un lustro antes en la Universidad Lomonosov de Moscú. En la gigantesca universidad conoció a su futura mujer, Raisa Gorbachova, que estaba cursando estudios de Filosofía Marxista. Su ascenso político era imparable y constante. 

Muy pronto, la «oblast» de Stavropol quedó bajo su mando. En 1966, cuando Kruschev hacía dos años que no estaba en eI Kremlin, Gorbachov era el primer secretario del partido en la región y dos años después era elegido diputado para el Soviet Supremo. A comienzos de los setenta, Gorbachov extendió aún más su control sobre Stavropol, comenzó a viajar a Occidente, sobre todo a Alemania y Francia, donde pudo comprobar sobre el terreno las diferencias con respecto al modo de vida soviético. Esta década marcó su proyección política, casi meteórica. En 1971 entró en el Comité Central, el Parlamento del PCUS. En 1978, con tan sólo 47 años, ingresaba en el Secretariado del CC donde se encargaba, cómo no, del sector agrícola. Antes de que empezaran los ochenta ya era miembro de pleno derecho de la jefatura colectiva, del Politburó. Hay una teoría que afirma que «Gorbi» supo aprovechar las bazas que le . marcó el destino. 

Ahora esos argumentos son papel mojado, inútiles e infundados. Pero de lo que no cabe ninguna duda es que Mijail Sergueyevich utilizó todos los medios a su alcance para acercarse a la gerontocracia moscovita -Breznev, Kosigin, Andropov y compañía-, y saborear las mieles del poder. El atractivo de los balnearios de Stravopol le granjeó las simpatías de Leonidas Breznev y su más fiel camarilla, que le acogió como uno de sus favoritos, como su mejor delfín. Cuando murió Andropov -uno de sus mejores padrinos-, sufrió un gran revés al ser elegido Konstantin Chernenko como su sustituto. 

Pero siguió en su puesto como ideólogo, reformando los dogmas de su predecesor en el cargo, Suslov. Pero Chernenko falleció un año después y Gorbachov logró su ansiada meta. Era el final de una etapa: la gerontocracia. Han pasado seis intensos años y ahora, con Gorbachov detenido en Crimea, se cierra definitivamente una dramática página de la Unión Soviética. La transición a la economía de mercado, el nuevo Tratado de la Unión y la situación de las repúblicas independentistas quedan atrás, en una nebulosa llena de incertidumbres. Precisamente el mismo Boris Yeltsin que leía ayer una arenga subido sobre un tanque T-72 debía firmar hoy el acuerdo que renovaba el Estado creado por Lenin. Quizás el Tratado de la Unión nunca verá la luz. De todas formas, es pronto para pronosticar acontecimientos.

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