La gran leyenda del saxofón

Sus entrevistas son tan inesperadas e impulsivas como su música. Uno le pregunta por Miles Davis y te habla de Amália Rodrigues. 

Lo intentas con el repertorio y te suelta una retahíla metafísica sobre el al bosón de Higgs. Así es Wayne Shorter (Newark, 1933), al que también, entre reflexión y reflexión, se le cuelan mensajes del budismo nichiren, doctrina que, por cierto, comparte con amigos como Herbie Hancock. 

El tiempo y su música le han convertido en una joven leyenda del jazz, cuya aureola flotará mañana domingo sobre el majestuoso escenario del Auditorio Nacional de Música (precios de 15 a 40 euros).

El venerable saxofonista, que se emplea a fondo tanto con el tenor como el soprano, acude acompañado de los poderosos miembros de su cuarteto, integrado por el pianista Danilo Pérez, el contrabajista John Patitucci y el baterista Brian Blade. 

Un grupo salvaje, vaya, que se formó a comienzos de 2000 y con el que ha entregado álbumes capitales de nuestro tiempo, caso de Beyond the Sound Barrier (Verve/Universal, 2005) y Without a Net (Blue Note, 2013). "¿Qué vamos a tocar?", repite en voz alta la pregunta.

"Lo importante es atender al constante desafío creativo, crear el momento mágico a través de la improvisación y compartirlo con el público, ya que soy de los que creen en el potencial de todos los seres humanos. De ahí que defienda igualmente que la música deba estimular relaciones de igualdad", reflexiona.

Heredero de la espiritualidad conceptual y expresiva de John Coltrane, el decir jazzístico de Wayne Shorter se maneja con palabras postbop que se estimulan unas a otras, desembocando en un torrente de improvisaciones incontrolables para cualquier mortal. 

El escenario emocional que al final genera es de una intensidad y energía absolutamente agotadoras, por cuanto todo parece acabado cuando él cuelga su instrumento. "Cuando toco quiero llegar al alma del público, desde el corazón y lo inédito. 

Yo lo que quiero es entenderme con lo desconocido, trabajar sobre el misterio de lo desconocido, crear un momento de eternidad en un instante", comenta. ¿Y cómo lo consigue?: "Yo improviso desde el pasado para contar música nueva, es mi deber seguir siempre hacia adelante. Eso lo aprendí de héroes como Miles o Monk, que emplearon todos sus esfuerzos en crear música nueva, en crecer siempre mirando hacia adelante".

Formado en esa escuela privilegiada que fueron los Jazz Messengers del baterista Art Blakey, y tras codearse en clubes con John Coltrane y Sonny Rollins, Shorter se descubrió a sí mismo y al mundo dentro del segundo gran quinteto de Miles, el que luego completaban otros caballeros nobles del jazz como Herbie Hancock, Ron Carter y Tony Williams. 

La experiencia sería el semillero perfecto para el nacimiento, ya en los años setenta, de las bandas cardinales en la gestación del jazz-rock: Weather Report. "Al final las etiquetas no aportan nada, no son nada, vivimos rodeados de demasiados prejuicios, presiones… 

Y el jazz hay que vivirlo sin prejuicios, porque es un desafío constante a lo desconocido, como de manera parecida han entendido esta máxima los científicos del bosón de Higgs o Stephen Hawking y sus agujeros negros. O el genio de Picasso", subraya.

Miles acostumbraba a decir a Shorter: "¿no te cansas de tocar siempre lo mismo? Toca lo que no sabes, lo que no conoces". ¿Qué música haría hoy Miles?. "No sé, pero… [tras un silencio de varios segundos cambia la conversación. 

Yo tenía planeado tocar con Amália Rodrigues, me atraía mucho, pero no pudo ser, murió poco antes de juntarnos". Insistimos: ¿Y sobre Miles?. "Tocar con Miles era tremendamente divertido y excitante, nunca sabías la música que ibas a hacer cuando te subías a un escenario o te metías en el estudio de grabación con él. La música de Miles ha sido estudiada en universidades como Harvard, por científicos, matemáticos…", precisa.

El saxofonista despide la conversación con una llamada a la Humanidad: "Vivimos tiempos muy difíciles y complicados, en los que cada vez más necesitamos la valentía, el coraje y la nobleza de la gente para rebelarse contra las injusticias. 

Nosotros los músicos podemos aportar cosas, pequeños instantes de luz, pero no tenemos las soluciones. Y no todos los músicos, vaya, porque entenderás que lo que hace Lady Gaga no soluciona demasiadas cosas".

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