Luyk, al borde del cese

Clifford Luyk dejará de ser el entrenador del Atlético de Madrid de baloncesto en las próximas horas, tal y como informó Antena 3 en la noche del domingo. No deja de ser sorprendente que cuando el equipo mejor clasificado de la Liga -el Joventut- gana al peor, el débil entre en crisis y se cuestione la sapiencia de su entrenador.

El puesto, antes de ser destituido Luyk, ya ha sido ofrecido a Manel Comas, que en la Cadena Ser confirmaba el extremo y afirmaba que no iba a aceptar la oferta. Clifford Luyk dejará el banquillo de Villalba nueve jornadas de trabajo después de que sus servicios fueran requeridos. El Atlético de Madrid ha ganado hasta la fecha dos partidos y ha perdido en siete. Sólo el Elosúa de León, con una victoria y ocho denotas, ha perdido más. Tampoco el Atlético de Madrid está en la Copa del Rey, pues el TDK le ganó en casa y a domicilio. Clifford Luyk cae, sin duda, víctima de un presidente que le hubiera firmado hasta el 92 si hubiera vencido en la prórroga ante el Real Madrid hace tres semanas.

Gil sólo ha renunciado a sus aposentos de Valdeolivas para acoplarse en el palco de Villalba en un par de ocasiones. Lo que sabe de baloncesto es lo que, interesadamente, le cuentan sus asesores. Y lo que le importa en este deporte es sólo hacer sombra, castigar, mutilar y cercenar al Real Madrid. Esto, en baloncesto, no podrá hacerlo. El fútbol es otra historia y tal vez sean válidas otras teorías. En baloncesto, el Joventut lleva lustros tratando de romper la dualidad Real-Barcelona, y aún está por conseguirlo. La labor de Clifford Luyk en Villalba aún no puede ser enjuiciada, por prematura. Aunque, en contra de lo que se afirma, su plantilla no es merecedora de los resultados obtenidos.

Con este mismo equipo, fichajes de Luyk aparte -García Coll y Valdivieso por Mikel Cuadra y Juan Ramón Marrero-, Pablo Casado ascendió al equipo a la Liga ACB, lo elevó a la A1 y lo mantuvo el año pasado entre los doce mejores equipos españoles. El pecado de Pablo Casado -que murió antes de que llegara Gil- fue siempre que gritaba hasta para saludar, lo que le condujo a situaciones críticas con directivos, árbitros y jugadores. Pero el Villalba, todavía entonces BBV, contrató a Luyk y le dio la baja al hombre que había subido a un club de la nada al todo, con un equipo joven y aguerrido, aunque sin figuras. Luyk heredó a ese equipo, despreció a Manero y Cuadra para apostar por García Coll y Valdivieso y afirmó que «voy a arriesgarme» con dos de los americanos más caros de la Liga: Walter Berry y Shelton Jones.

Con parejas de americanos que cobraban la mitad del sueldo de Berry -King-White, Murphy-Berwald, Schlegel-Berwald-, y la base de los nacionales con los que ahora cuenta Luyk, Casado hizo del BBV un equipo de clase media. Luyk ha tenido poco tiempo para trabajar, y su cese es más futbolero que lógico, pero tampoco nadie debe escudarle en su plantilla, que, por cierto, ahora debe jugar contra el CAI y el Taugrés, equipos que amenazan con sepultarle aún más cerca del infierno. Luyk ha salvado su imagen cada vez que su presidente ha acudido al palco y cada vez que la televisión ha elegido al Atlético de Madrid como motivo.

Lo mejor que ha hecho en esta Liga ha sido vencer a Estudiantes, empatar con el Real. Madrid -aunque perdiera en la prórroga- y colocar al Joventut junto a la lona. Lo peor ha sido todo lo demás. En medio de graves problemas económicos -el grupo Zeta está muy desengañado de su porción del pastel en Villalba, sin entrenador, prestigio ni resultados deportivos, el Villalba -que es como lo llama su aficiónestá amenazado. Un club orgulloso y trabajador, por haber sido vendido al virus giligiliano, se ha convertido en un pobre ejemplo. Gente como Pablo Casado o Pedro Antonio Martín -cabeza del BBV hasta su alquiler- reirán ahora en la sombra. El cóctel Gil-Calleja-Luyk-Berry-Jones ha estallado. Toda la ACB recibirá, ahora, pedacitos de estiércol.

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