Sal de la fina

Acostumbrados a que lo que prime en la telebasura sea la sal gorda, es muy de agradecer que la telepública tenga, en la sobremesa de los domingos, en esa hora tonta de las dos de la tarde dominguera, un programa que se llama El salero, y que, cada semana, gracias a esa gordita simpática que lo presenta, Trinidad Sevilla, derrama, con gracia y salero, puñaditos de sal fina. 

Es de agradecer, ya digo. No lo tenía fácil, no; pues este programa hereda antiguas tradiciones de la Casa, cuando la Casa era común a todos los españoles, huérfanos del mando a distancia -ya se sabe, que el mando nos hace libres, libres o esclavos, según-. El salero viene a sustituir programas tan añejos y tan entrañables como Gente joven, Gente nueva, aquellos meritorios programas en plan «salto a la fama», a donde acudían entusiastas cultivadores de canción melódica, canción española o, como mucho, bel canto. Pedían aquellos entusiastas, como «El Platanito», una oportunidad.

Trinidad Iglesias, con un físico que la hace próxima y simpática, nada que ver con esos cuerpos danones y postmodernos, que suelen poner el físico aquí y allá, con ese buen humor que se les supone a las personas moderadamente gorditas, reparte juego, cada domingo, con indudable acierto. Tal vez ya los tiempos no necesitan de programas como éste -calcados, en su día, supongo, de la radio, de Radio Madrid, de la SER, por ejemplo, que siempre daba oportunidades; en la España franquista, tal vez no se llegaba alto vendiendo periódicos, pero sí, a veces, yendo con la madre a la radio; que luego a la salida, siempre te entrevistaba un reportero de Pueblo, un yale o un amilibia-; pero todavía siguen acudiendo gente en busca de una oportunidad. 

El otro domingo, sin ir más lejos, salió una preciosidad de cordobesa, que le cantaba a su Huelva querida con una pasión, desde sus bien crecidos quince años, que te ponía -aunque no fueses de Huelva- los pelos de punta.

Aquel embrión de pantoja, aquella folklórica en ciernes, sin duda se había acercado a la Casa acompañado de su madre. Lo mejor que tienen las folklóricas que le cojen las medidas al éxito en los pasillos de televisión, es la madre que siempre les acompaña, y las protege, que ya se sabe, desde siempre, de los peligros de Prado del Rey. Además de otras secciones, existe un rincón sorpresa, que suele serlo: igual aparece Jaime Chávarri, cantando un bolero o Pedro Piqueras, como Karina y Tony Ronald, haciendo un espléndido dúo sacado, sin duda, del baúl de los recuerdos. Todo es posible en El salero.

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