Viviendo para el golf
Hay momentos en el deporte que una acción individual, un golpe perfecto o una acción audaz, rayando en lo temerario, marca las señas de identidad de un deportista que hacen de él, o ella, alguien fuera de lo normal. Ha nacido una estrella. Cada momento necesita un gran acontecimiento que ponga a prueba la genialidad del nuevo astro. Esos momentos han sido muchos para Chema Olazábal a lo largo de esta temporada, en la que se ha consolidado como una de las grandes figuras del golf internacional.
Y está a punto de culminar esta hazaña proclamándose el mejor jugador del circuito europeo de la temporada 1989. Chema, a pesar de su juventud (23 años), ha pasado, en su corta carrera en el campo profesional, por muchas y muy duras pruebas de fuego. En 1987, cuando sólo contaba con 21 años, participaba en su primera Ryder Cup, la competición Match-Play más importante para dos formas de entender el golf: la americana y la europea. Aquel año, la Ryder había adquirido un caracter de «vendetta» por parte de los americanos que querían recuperar en su casa una copa que les había pertenecido durante 25 años. Allí tuvo momentos de gloria al ganar los dos puntos de la primera jornada, emparejado con Ballesteros, y momentos agrios al perder su partido individual con Payne Stewart.
Curioso que la fortuna, y la sabiduría de Tony Jacklin, volviera a unir este año en The Belfry a Cherna y Seve, la pareja más sólida en matchplay, y el golfista vasco de nuevo se enfrentara a Stewart. Esta vez la victoria fue para el español. Dos años han bastado para curtir su estilo, su confianza, su seguridad en los «links» y comandar la Orden de Mérito. Olazábal ha salido del bunker y surge detrás de Ballesteros como un destello. Desde su juventud se atreve a tutear al campeón de 32 años, ganador de 5 Grandes (tres Open Británicos y dos Masters) y está dispuesto a tomar el relevo del que es considerado el número uno del mundo.
La vida de Chema ha girado, literalmente, en torno al mundo del golf. Justo un día antes de nacer él, Julia, su madre, estaba trabajando en el Real Club de San Sebastián, que aún no se había inaugurado, y Gaspar, su padre, estaba dando los últimos retoques a los «greenes» y segando la hierba de las calles. Al día siguiente el campo fue inaugurado pero Julia no estaba allí. Los noventa metros cuadrados de la Casa Club, dentro de los terrenos de una vieja alquería de 250 años de antiguedad, en Fuenterrabía, es el hogar de aquel niño recien nacido. Dos años después, una bola irregular fue su primera pelota de golf, y cinco más tarde ya era miembro del Club. Ahora, a sus 23 años, es considerado corno uno de los más finos jugadores del mundo.
Chema es un héroe en un pueblo natal de Fuenterrabía. Por donde quiera que va, le siguen una interminable corte de periodistas, fans, promotores con todo tipo de proposiciones. A todos los trata con una enorme paciencia, y, a menudo, con esa fugaz sonrisa que le caracteriza. Allí vive con sus padres, su hermana y sus abuelos. Su abuela Sabina, siempre que Cherna tiene que irse a jugar un torneo, enciende una vela en un pequeño santuario que hay en el porche, y cuida de ella las veinticuatro horas del día hasta que su nieto regresa a casa.
Olazábal ha nacido para ser golfista. «Creo que ésta es mi vida», ha dicho muchas veces a sus padres. «Desde que pude agarrar un «grip» con mis manos, cuando tenía cinco o seis años, amo el golf. Quizá ello se deba a que prácticamente nací en un campo, sin otros compañeros de juego que los «greenes» y los hoyos. Aunque tampoco necesitaba jugar con otros niños. Lo que más me interesaba era ir la «putting green» y ver cuantas pelotas era capaz de embocar». Aunque no todo es golf en la vida de Chema. También le gusta ir de caza con su padre, cuatro o cinco días en invierno cuando su apretado calendario se lo permite, como una forma de relajarse y de olvidar las tensiones de cada torneo. Es muy introvertido y por eso le gustan los deportes que se practican en soledad.
Su talento como golfista empezó a despuntar muy pronto. Y con siete años ganó el Campeonato Nacional Infantil que se jugó en San Sebastián. Ha sido el primer, y hasta ahora único golfista, que ha logrado ganar la Triple Corona del Open Británico amateur al conseguir la victoria en el British Boys; en Glenbervie, en 1983; el British Amateur, en Fonnby, en 1984 y el British Youths; en Ganton, en 1985.
Sin duda que ésta ha sido su mejor temporada. Ganó el primer campeonato del circuito europeo, el Open de Tenerife. Después consiguió su segunda victoria en Holanda. En los dieciseis torneos en los que ha tomado parte, en cinco ocasiones ha quedado en segunda posición y en doce quedó clasificado en duodécimo lugar. En el Masters y el Open USA obtuvo la décima plaza. Ahora está a un paso de proclamarse el número uno. Sólo ha de temer a Ronan Rafferty, que le sigue muy de cerca en la lista de ganancias. La experiencia del donostiarra ha de ser suficiente para vencer la resistencia del norirlandés, que ha sido la revelación de la temporada.
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