La forma de Torrejón es de avión

Mientras miles de madrileños sobrellevan como pueden su fobia al despertador, los torrejoneros cuentan con la colaboración especial de las fuerzas aéreas americanas y españolas. A esa misma actuación estelar deben algunas caras masculinas de Torrejón heridas de guerra. Muescas, raspaduras en el rostro hechas por la maquinilla de afeitar que resbala en el momento más inoportuno sobre la «nuez de Adán», cuando el avión vuela y el pescuezo está en peligro.

Seis días después de que el gobierno norteamericano decidiera desmantelar ya la base militar, el «anticristoaeronave» continua planeando sobre el este de Madrid. Mientras que a los torrejoneros se les hacía la luz al conocer el «desmonte» americano, el Galaxy oscurecía con su sombra, momentáneamente, la ciudad. El Galaxy posa (ensombreciendo y atronando) su enorme «cuerpo» sobre los 85.135 habitantes y sobre el contorno pespunteado de Torrejón, localidad, que según dicen en la ciudad, tiene forma de avión. Casi una semana después y cazas y Galaxy siguen cumpliendo su papeldespertadorinhibidor.

«Poco ha cambiado. Los torrejoneros somos los más escépticos. No importamos ni lo más mínimo. Todo el mundo va a lo suyo», explicó Gabriel Conde, un vecino cuyo enfado no tiene -dice- cabida ni en la asociación de vecinos cabreados. Desde que estalló el conflicto del Golfo Pérsico, Torrejón no se fía ni de su sombra, no vaya a sufrir una transfiguración aerodinámica. «Yo he visto pasar 40 Galaxy en un día. No sé si tienen 10 que están volando siempre... No sé, a lo mejor es que he perdido la cuenta, como me pasa siempre que cuento ovejas», añadió Gabriel Conde. Sabotaje al sol. Han sido los Galaxy que transportan a los vecinos a la guerra, al cuerpo a tierra. «Este verano ha sido terrible.

No podíamos hacer lo que todo el mundo. Si se te ocurría sentarte en la terraza de un bar, de pronto, te encontrabas con la cabeza y los dientes clavados en la mesa», explicó Gabriel. «Nada vale. Hay vecinos que han puesto una denuncia contra la base por los ruidos, y nada. Aquí sobrevivimos, aguantamos, aunque a punto de estallar», sentenció. Sin embargo, los naturales o adoptivos de Torrejón han desarrollado una acepción muy particular del maniqueismo. No existen americanos (de la base) buenos. Sólo hay una modalidad que degenera en un más menos. Los menosmalos que vuelan alto y con poco ruido. Y los «yankies malos», a los que les gritan: «A casa».

«Vuelan tan bajo, que crees que se van a llevar el piso por delante», explicó Beatriz, presidenta de la asociación de vecinos de Las Fronteras, el barrio castigado, además de por la droga, por ser el pasillo aéreo. «Por si no tuviéramos bastante con el ruido, ahora han decido atacarnos otro sentido. El queroseno que nos quema la pitutitaria», añadió Beatriz. «Uno de los militares españoles de la base, que poco más o menos me llamó histérica, me explicó que a lo que olíamos podía ser a drogadictos: Si ustedes las usan como combustible, puede que así sea», le contestó Beatriz. Los vecinos lo han intentado todo. Desde alguna asociación se promovió una guerra sucia.

La consigna: Ir diariamente a la consulta del otorrino. No tuvo mucho éxito. Pero hay otros a los que el continuo tráfico aéreo de estos meses, les ha provocado desequilibrios. Ramiro, que omite su apellido por razones obvias, se siente ante tanto ruido «impotente» sexual. «Estoy acostumbrado a hacerlo..., como mucha gente, por la noche. Pero desde lo del Golfo, nada. Cuando escucho los Galaxy me da por pensar en el juicio final, cualquiera dice: Levántate y anda...», se disculpa con arrobo Ramiro. «He encontrado una hora que me va. Es que estos yankies son muy cucos, y cuando está "Cristal", aquí no vuela ni una mosca», afirma convencido. El apocalipsis de un día cualquiera en Torrejón. Televisores a todo volumen, conversaciones casi a gritos alta; fracaso escolar del 50%; problemas físicos y psíquicos; y los Galaxy con sus estelas, esos «monstruos caquis» a los que parece que se les va la fuerza por la posaderas. Sólo se oye la lluvia, el queroseno de los «pájaros de hierro».

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