La Tocino y el Aznar
Aznar está haciendo su reconversión técnica e incluso ideológica del partido, pero no contaba con el factor humano, que en este caso es alegórico, o sea doña Isabel Tocino. Tenemos escrito que la mujer es siempre muy alegórica -la Patria, la República, la Agricultura, la Caridad, la Repoblación Forestal-: todo se alegoriza siempre mediante una matrona madura y recia, entre mitológica y doméstica, tal cual doña Isabel Tocino.
Y he aquí que doña Isabel Tocino, la alegoría, la metáfora, la fondona cariátide (en griego, bordadora) de las esencias fraguistas, de las fragancias de Fraga, se interpone en el camino alegre de la paz de nuestra derecha, en plan resistencia pasiva, alzándose primero como antorcha hembra de la verdad inmanente de don Manuel y jugando luego el muy femenino rol de la víctima y la resignación: «Todavía me han dejado un sitio y una mesa. Ya veremos». Lo cual que Isabel Tocino muestra su desacuerdo con el nuevo esquema de partido diseñado por el líder. Así mismo hay vicepresidentes del PP descontentos con las decisiones del nuevo equipo de Aznar. La supresión de vicepresidencias (había muchas) no satisface a Rupérez, un suponer, y yo estoy con él. Es decir, las tres generaciones del PP. El resuelto boy/scout de Génova ha dado el poder a Alvarez Cascos, Lucas, Trillo, Rato y Loyola del Palacio, esa mística que oye voces como la Doncella de Orleans. Oye voces que se levantan de la moqueta.
A lo mejor es que hay un watergate en Génova. El animoso castellano/leonés ha marginado a Miguel Herrero, el memorión del partido, el Sartorius de la derecha, a Segurado (que se ha retirado místicamente, en su estilo de príncipe mendigo), a Rupérez, que anda levantisco, ya digo, y hace bien, a Marcelino Oreja, que nunca ha vendido una escoba ni una fregona, y menos una aspiradora, y eso que han bajado (contra lo que se decía de nuestro hombre de Estrasburgo, y que yo nunca me crei), a Félix Pastor. Hasta ahora, todo normal, de trámite, disciplinado y bien. Pero he aquí que con la alegoría hemos topado, con la acuñación mítica de la derecha en su hornacina, doña Isabel Tocino, que se le aparecía a Fraga, rubia y balmesiana, cuando Fraga se había portado bien, con un sobre de soldado, como el de la Virgen de Fátima, donde ya le anunciaba la conversión de Rusia.
De modo que no los políticos recios, hechos y curtidos, sino la evanescente y sólida Tocino, tan mítica entre la derecha como la dama/emblema del rolls, puede detener la revolución desde dentro que voluntariosamente está haciendo Aznar. Porque la vieja guardia es otra cosa. Arespacochaga anda con su aura de humo de puro franquista, Carro es mero tardofranquismo, Osorio ha sido siempre un político invertebrado y en cuanto a Robles Piquer, el otro gran memorión del fraguismo, ya parece que no le sirve ni su parentesco con el Fundador, que está como nunca. Hace poco cené con Robles y lo encontré muy remetido en sus bruselas y estrasburgos, pasando un poco de la España eterna, eso está bien.
Los partidos, como los navíos, necesitan limpiar fondos de vez en cuando, y Aznar lo está haciendo concienzudamente, pero más allá de la vieja guardia y los camisas viejas, que son chatarra histórica, un cementerio de automóviles o una armadura medieval, cada uno de ellos, para sentarla en un escaño, más allá de todo eso, a Aznar se le ha aparecido Isabel Tocino en plan Lourdes, invocando la imagen y la palabra de Fraga (quien se ha negado a comentar), la esencia y la inmanencia del fraguismo, la cosa. Yo no sé cómo se va a entender este chico fáctico con la mitología del partido, con lo inefable, con la pura alegoría culona. La derecha siempre ha vivido de alegorías, más que de ideas. La Tocino es la herencia recibida en brazos, «la preciosa carga», que diría Corín Tellado.
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