La obsesión por Euskadi
Era como si lo más importante y decisivo de las elecciones se centrara en la pérdida de un escaño en Navarra por parte de HB. El resto pasaba a un segundo lugar, si se exceptúa la obtención o no de la mayoría absoluta por parte del PSOE. cuando de la formación vasca se hablaba, en la fantasmagórica noche electoral que será recordada como una especie de «bananasnight», era para airear su descenso en votos, en porcentajes y en el citado escaño. La verdad, es menos simple. HB bajó, ciertamente, respecto a las elecciones legislativas del 86 y se recuperó algo en relación a las europeas.
Muchísimo más ha perdido por ejemplo el PSOE en Euskadi, por no hablar del casi millón de votos que le han dicho adiós en todo el Estado. Pero esto debe ser cosa menor. Como cosa menor debe ser que HB haya pasado de uno á tres senadores, dato escrupulosamente silenciado por casi todos los medios de comunicación. El escaño de Navarra, además, ha estado tambaleándose hasta el último momento. La guillotina aquí ha sido la coalición de UPN con PP.
Es comprensible, sin embargo, la obsesión por todo lo que suceda en Euskadi y muy concretamente en HB. A la obsesión se añade una cierta marrullería que trata de marginar, parcializar o simplemente ocultar lo que realmente tiene lugar. Analicemos, por tanto, con mayor objetividad el asunto y saquemos las oportunas consecuencias. Poco ha cambiado el llamado mapa político de Euskadi en comparación con las últimas elecciones si no es para acentuar aún más el dominio de los partidos y coaliciones de ámbito exclusivamente vasco.
El conjunto de PNV, HB, EA y EE (si es que hay que considerar a EE semejante a los anteriores en lo que atañe a su inserción y defensa de la comunidad vasca, lo cual parece innegable sobre todo cuando EE se ha presentado como un partido abertzale y socialista) sigue aumentando la distancia respecto al resto de los partidos estatales. En este sentido son mucho más representativos, electoralmente hablando, que todas las demás opciones juntas. En Vizcaya y en Guipúzcoa, por ejemplo, componen los dos tercios del electorado. En lo que atañe a los partidos en concreto, EE se estanca a pesar del mimo con el que ha sido tratado por instituciones y medios de difusión.
EA, por su parte, obtiene un respaldo considerable, superior a EE, en circunstancias que daban la impresión de serle desfavorables. No sería osado pensar que su ascenso se debe a haber propuesto, con bastante ambigüedad todavía, la necesidad de apurar el estatuto y abrirse a la libre determinación de los vascos. El poder le ha venido de perlas al PNV para mantener el tipo después de la escisión con EA.
Volvamos de nuevo a HB. Llama la atención que ni los obispos ni lo que se ha dado en llamar bloque democrático (exagerada y fea fórmula) hayan conseguido erosionarla tanto como deseaban. Para lo cual, como indicamos, no se ha escatimado esfuerzo alguno. Desde los más legítimos hasta los menos legítimos.
La extraña historia del comunicado de los Comandos Autónomos, con las no menos extrañas y siniestras amenazas de muerte, la prohibición del delegado del Gobierno al corresponsal de Egin, de entrar en el centro de datos, el silencio de los medios de comunicación o la deformada información en relación a dicha coalición, son algunos de los botones de muestra de una actitud poco democrática. Actitud, por otro lado, bien contradictoria cuando lo que se pretende es dar lecciones de democracia a HB. Lo dicho, naturalmente, no da carta de ciudadanía a los errores de HB. Se sigue de lo expuesto que intentar marginar a HB no es la vía adecuada.
Es dudoso que sea correcto y, desde luego, está lejos de ser eficaz. Especialmente cuando HB ha anunciado su presencia en el Parlamento español para dar a conocer, entre otras cosas, su Estatuto Nacional de Autonomía. (De lo que podemos estar seguros es de que el Parlamento va a ser más divertido). Arrinconar a 216.000 votantes que, además, tienen en común con otras formaciones políticas la defensa de su suelo político no es de recibo. A no ser que lo que se pretenda sea no sólo acorralar sino destruir, con todos los medios posibles, a esa amplia parte del pueblo que, en sus raíces, enlaza con bastante del resto de los partidos políticos vascos.
Pero HB tiene también que aprender la lección. Su drama consiste en que no puede quedarse clavada fija en un electorado que no logra romper una situación de minoría, aunque sea una minoría amplia. El desgaste, la confrontación y la agresividad que de ello se seguiría, podría acabar en una radicalización constante que evapore los elementos sustancialmente políticos de HB. Porque, además, la unidad y cohesión que le otorga la sombra de ETA, no le da precisamente credibilidad. La credibilidad se adquiere mostrando libertad en las negociaciones, capacidad para decidir sobre lo que ocurre e imaginación para proponer fórmulas propias. Habría que volverse a unos y a otros.
A los primeros, para recordarles que la cuestión no es apiñarse para defender su espacio político. A los segundos, para que se coloquen en el camino de la paz y hagan que los que matan dejen de matar. HB ha de plantearse con valentía el problema de la violencia. La venida a Madrid es un paso importante. Un paso que debería continuar con la restructuración de la situación política vasca y una gran negociación o pacto en Euskadi, fuera de Euskadi y con el mayor número de participantes.
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