El escote de Paz Vega

Las actrices Ana Fernández, Cristina Marcos y Blanca Portillo lucieron sendos vestidos de la última colección de Jesús del Pozo. Los más llamativos estaban formados por piezas de tela, que en composición desectructurada, realzaban sus curvas.

Los diseños de Christian Dior también se hicieron notar, y de qué manera. María Esteve se encargó de que tuviéramos muy presente a la casa francesa, ejerciendo de extravagante embajadora por los pasillos del Palacio de Congresos. Su ligero minivestido pedía a gritos un buen estilista que le despojara de las plumas, el cinturón, las medias y las sandalias que lejos de favorecerla, acortaban su silueta haciéndole parecer aun más bajita. Por suerte estaba Lolita para salvar la reputación de la atrevida firma.Lola, guapa y emocionada, se presentó de largo con un elegante traje en gasa negra y pedrería.

La más explosiva volvió a ser sin lugar a dudas, Paz Vega. Lo del año pasado -un modelo de Yves Saint Laurent que dejó al descubierto uno de sus pechos en el momento más emotivo de la gala- sólo fue un aperitivo de lo que lució el pasado sábado.

Hannibal Laguna era el artífice de su escueto vestido, que bien parecía el reflejo de la precaria situación por la que atraviesa el cine español. Jirones de gasa en color coral dejaban al descubierto la espalda y las piernas de la malagueña sobre unos altísimos y afilados tacones de Pura López.

La nueva chica Almodóvar, Leonor Watling, deslumbró con un Valentino en tul maquillaje y pedrería en tonos pastel, al que por cierto, se olvidaron de coserle el bajo. Elegantes y discretas pudimos ver a Goya Toledo en Óscar de la Renta, a Nieve de Medina (Los lunes al sol), una de las revelaciones este año, de Ángel Schlesser así como a las francesas Geraldine Chaplin y Jeanne Moreau, que se apuntaron a la tendencia masculina, una con smoking y la otra con camisa de gemelos.

En cuanto al reparto masculino, hay que decir que la elegancia y el estilo escasearon. El bajón que padece la industria cinematogáfica española parece haberles afectado más que a las féminas. La diversidad fue la nota predominante.Smokings y trajes sastre, alternaron con pantalones vaqueros, suéteres y camisetas. El traje negro se convirtió en el comodín de la noche, y la corbata, en la gran olvidada (nunca sabremos si a causa del calentón reivindicativo).

Los más aplicados eligieron trajes de Armani o Hugo Boss, como los que llevaron Javier Bardem, Ernesto Alterio y Javier Cámara.Una vez más, combinar con acierto el traje, la camisa y los zapatos resultó la asignatura pendiente de la mayoría de los invitados.

El arraigado gusto nacional por los escotes, las joyas de gran tamaño y los exagerados moños aún nos quita el sueño. Peinados más naturales como los rizos de Lolita y las melenas de Goya Toledo, Natalia Verbeke o Mónica Cruz, así como los recogidos sencillos, en forma de moño bajo o coleta como los que llevaron Aitana Sanchez-Gijón o Antonia San Juan, fueron un auténtico alivio. Nada que ver con los que se pasearon por el escenario, demasiado grandes y elaborados para la ocasión. Recogidos repollo, con rizos y flores, propios de la mismísima Marge Simpson, fueron la nota predominante. Una de dos, o dada la crisis las actrices aprovecharon para hacerse la prueba de pelo de cara a una posible boda, o los del equipo de peluquería de la gala iban a comisión.La regla de oro del estilo es evitar caer en la saturación. Los maxi moños, los cardados y los excesivos maquillajes no ayudaron en absoluto, es más, contribuyeron a que la gala se confundiese con un desfile de Carnaval.

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