No son nada más que canciones
A pesar de utilizar los mismos mimbres que dieron forma al rock and roll hace tres décadas, las canciones de Chris Isaak suenan inevitablemente actuales.
Nacido a la fama desde su añorado San Francisco hace cinco años, cuando editó su espléndido primer disco, Silvertone, está de nuevo de actualidad por la edición de «Wicked Game». Un álbum recopilatorio, que tiene como principal atractivo un tema inédito del mismo título, una balada sinuosa que corteja las imágenes de la última aventura cinematográfica de David Lynch, Wild at heart. Son las primeras horas de la mañana cuando aparece el rocker californiano, acompañado de su guitarra y del percusionista de su banda, Kenney Dale Johnson. Comienzan las entrevistas, interpretando ante el regocijo de los presentes uno de sus temas. «En California -comenta- son ahora las dos de la madrugada. Es una buena hora para la música». Al preguntarle que si suele improvisar sus actuaciones habitualmente, su, respuesta es la siguiente: «Recuerdo una vez en Chicago, que entré a un pequeño nightclub, me subí a una mesa y empecé a tocar para la gente que allí había.
Claro que me habían dicho que estarían losChris Isaak jefes de la compañía...» Chris Isaak, a pesar del éxito, no se considera una estrella. «Ellos tienen ya a Madonna y a Prince para preocuparse... a mí me dejan tranquilo... Wicked Game es la primera gran oportunidad que he tenido para acercarme al éxito masivo, espero que no acabe conmigo...
De él se ha dicho que es el nuevo Elvis, pero él asegura que «nadie es el nuevo Elvis. Yo utilicé su imagen en el primer disco, pero era sólo una manera de llamar la atención y hacer que se fijaran en mí». De cualquier forma, es muy difícil imaginarle comprando un disco de cualquier grupo actual.
De él se ha dicho que es el nuevo Elvis, pero él asegura que «nadie es el nuevo Elvis. Yo utilicé su imagen en el primer disco, pero era sólo una manera de llamar la atención y hacer que se fijaran en mí». De cualquier forma, es muy difícil imaginarle comprando un disco de cualquier grupo actual.
Parece atrapado en una época, como la Peggy Sue de Coppola. Y es que cree «que lo único bueno de volver a los cincuenta sería que me podría comprar un coche más barato... en serio, tengo discos de gente como Deee Lite o Dwight Yoakam, que como yo, tienen cerca de treinta años... no habíamos nacido en esa época. Tampoco parece llevar la vida disoluta de un rockstar, a no ser -le digo- que haga doble vida como Laura Palmer. «Algo de eso hay, por el día soy músico, y de noche... A lo mejor llevo la piernas llenas de tatuajes, y no lo veis... Tampoco soy un tipo torturado, o melancólico, como mis canciones o mis vídeos.
Las canciones son simples canciones, sin grandes mensajes. Yo no le doy más vueltas». Y mientras, desgranan, cuando la ocasión requiere explicaciones adicionales, canciones que les llegan a la cabeza. Hasta una hermosa balada de amor mejicana, en casi perfecto castellano. Es verdaderamente una agradable sorpresa. Como lo son sus esporádicas actuaciones cinematográficas en películas como Casada con todos, de Jonathan Demme.
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