Los grammys se rinden a Robert Plant

Los Grammy, ya se sabe, suelen llegar con unas cuantas décadas de retraso. Así se explica lo de Robert Plant, el mítico y melenudo vocalista de Led Zeppelin, que ha tenido que cumplir los 60 para poder triunfar.

En 2017, le dieron un gramófono honorario por su carrera, pero esos apenas cuentan. Los cinco de la otra noche por Raising sand -compartidos con Alison Krauss- son los que pesan de verdad.

Tan poco habituado estaba Plant a chupar micrófono en los Grammy que casi no dejó hablar a su casual compañera, la musa del bluegrass e insuperable talismán. Con las cinco estatuillas compartidas (incluida la del álbum del año), Krauss se coloca, a sus 37 años, con 26 Grammy, uno más que Stevie Wonder, que cerró la interminable y anacrónica noche musical.

Todo hacia presagiar una campanada múltiple de Coldplay con Viva la vida (tres Grammy), o un golpe de mano del rapero de Nueva Orleans Lil Wayne (cuatro), o incluso un parto prematuro y múltiple de M.I.A. Pero la noche estaba reservada para las parejas improbables.

El caso es que el británico Robert Plant y la chica de Illinois no las tenían todas consigo. El calentón les llegó en escena, donde quedó claro que aquello no era una pareja sino un trío, vigilado de cerca por el guitarrista y productor T-Bone Burnett.«Él ha sido el verdadero artífice de este encuentro», dijo Plant en una de sus interminables dedicatorias, nada más recibir el Grammy a la mejor grabación del año por Please read the letter.

Y entre bastidores, Plant le dio las gracias a Jimmy Page, su ex compañero de Led Zeppelin, con quien concibió originalmente el tema. «Le hemos dado un toque a lo Nashville, pero suena muy bien», admitió. Alison Krauss, no se sabe si por timidez o por empacho de éxitos, se echó voluntariamente hacia atrás y dejó que el veterano rockero se apropiara del triunfo compartido.

«¿Para cuándo la vuelta de Led Zeppelin?». Plant miró hacia otro lado, como repitiendo sin palabras lo que ya ha dicho tantas veces: «No quiero que parezcamos un grupo de viejos aburridos que van persiguiendo a los Rolling Stones». El cantante prefirió invitar a sus nuevos fans, los mismos que llegaron hasta Raising sand siguiendo la estela de Alison Krauss, para que escuchen los temas de la legendaria banda.

La tragedia personal (el accidente de coche de 1975, la muerte de su hijo Karac en 1979) marcaron no sólo la ruptura de Led Zeppelin, sino la trayectoria en solitario de Robert Plant durante más de 25 años. La grabación de Raising sand se convirtió en una especie de epifanía: lo que empezó como un secreto a voces acabó fraguando en disco de platino, multitudinaria gira y celebrada resurrección para mayor gloria de los Grammy, que durante gran parte de la noche parecieron modelados para la muchachada preadolescente (Miley Cyrus, Taylor Swift, Jonas Brothers, y en este plan).

Los mejores números, pese a la fatiga del género, llegaron por obra y gracia del hip hop. Lil Wayne, mejor álbum rap del año por Tha Carter III, convirtió el escenario en una delirante celebración bebop por el alma rediviva de Nueva Orleans. Kanye West, Jay Z y T. I. se disputaron a codazos la atención de la preñadísima M.I.A., que salía de cuentas esa misma noche y poco le faltó.

U2 hizo esta vez de grupo telonero de Coldplay, que se las prometía muy felices con Viva la vida (mejor canción del año y mejor album de rock), pero no pudo rematar la noche. Whitney Houston le pasó también el testigo a Jennifer Hudson, primer Grammy de su vida, con una sufrida interpretación de You pulled me through en homenaje a su madre y su hermano, asesinados hace cuatro meses.

Hubo, por supuesto, constantes referencias al Yes we can, de Barack Obama, ganador de dos Grammy en tiempos pasados por las versiones leídas de sus libros.

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