Erica García y su doble vida
Probablemente, su nombre les diga más bien poco. Aunque si han entrevisto -incluso de reojo- la foto de ahí al lado, tal vez ya se hayan hecho una idea de lo que hablamos. Filiación: Erica García. Edad: 31 años. Nacionalidad: argentina. Boca: cercana al buzón de correos, aunque prolífica en aullidos e incluso promiscua en sus hábitos verbales.
Pasado: cantante de Mata Violeta, grupo punk argentino, con habitual posterior expediente de huida en solitario. Futuro: telonear a Bunbury en su inminente gira española, atacar las españas con su nuevo disco, Amorama y, en definitiva, huir un poco de la pesadilla porteña. Presente: un día lluvioso del otoño madrileño, Erica, con el pelo a lo Marge Simpson, acurrucada en una silla de una cafetería de Alonso Martínez. Su representante que le trae un algo y ella, desganada, cansada, «no, gracias, no quiero nada».
Pero la música... ¿Punky, dice la nota promocional? «No hombre, ahí ponen unas cosas que... Lo mío es el rock, pero ya sabes que en actitudes, van los nombres y...». ¿Y? «Bueno, yo vivo así, si no me aburro». Amorama, rock inteligente con innegable inclinación -salvando toda distancia- a una hipotética PJ Harvey latina, viene con un envoltorio de los que gustan en el llamado mercado latino: grabado en Los Angeles por el Midas del entorno, Gustavo Santaolalla (Molotov, Juanes...), con la banda de facinerosos habituales de (nada menos que) Beck Hansen. Pero Santa Monica está lejos: ¿cómo se parte de cero en un lugar donde nadie te conoce? «Creo que estoy respaldada por mi carrera, Aunque aquí no me conozca nadie, llevo mucho a las espaldas...». Su discografía a solas: El cerebro (1997), La bestia (1998) y una fama de chica-muslo rebelde... ¿Bien ganada? «Yo no vendo cuerpo donde no hay música.Aunque lo físico está, cómo no».
Lo dice quien proclama en uno de los estribillos de Amorama que Tengo pelotas -vaya por delante que nuestra amiga, de armas tomar, practica habitualmente el taekwondo-. El cuché argentino se hizo saliva aireando (y al parecer, imaginando) un tórrido affaire Erica-Beck ante el que la interesada sólo alza las cejas: «Qué va, hombre, él vino una vez al estudio y ya. Ni se podría decir que somos amigos». Sinceridad.
Argentina es también carne viva. En el capítulo de necesidades: ¿escapismo o reflexionar? «Ambas cosas, pero no creas que los artistas nos vemos por ello beneficiados, por el ansia de la gente de salir de su realidad». Por eso, el mejor recuerdo que tiene por el momento Erica bajo unos focos es «hace sólo unas semanas, en Buenos Aires, con la gente disfrutando como loca y saltando, alegres». Sus letras, directos alegatos femeninos de filo cortante a la vez que suave, son una pléyade de primeras personas quejándose del egoísmo ajeno o mostrando impúdicamente el propio: «Me vienen a buscar, no hay una intención preconcebida».Vamos, que escribe porque no lo puede evitar, pero sí hay nuevo objetivo: la conquista del mercado patrio. ¿Podrá Erica García con esta doble vida?
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